En el estreno de
la película Ninoska, Minena no quiso perder la entrada comprada con antelación,
Greta Garbo despertaba su admiración. Cuando terminó la exhibición sintió las
contracciones de su primer hija, convencida, dijo al médico: —Nacerá niña y le voy
a poner el nombre de mi película preferida.
No fue concedido
su deseo, nació niño. Minena era una mujer que no contradecía nada de sí misma.
—El niño se llamará Ninosko, si el padre huyó con otro hombre, yo le pongo el
nombre que se me canten las pelotas.
Su ego ansioso
la hizo llamar al hombre que le robó su marido, lo sedujo. Tuvieron encuentros
clandestinos durante tres meses. Minena quedó embarazada de su segundo hijo, se
lo endilgó a su ex marido, no le gustaba que sus críos tuvieran apellidos disímiles.
Fue una niña, poco
agraciada y flor de desgraciada en su adultez, bautizada Greta, Minena seguía fiel a su
preferida.
La madre
entristecía en las Fiestas Sacras, pero el Fin de Año la revitalizaba. Se
comunicó con los padres de los chicos: —Hola!, soy Minena, están invitados a la
fiesta de Fin de Año, quiero que seamos una familia completa…
Al otro lado se
sintió un silencio profundo, denotó una consulta tubo tapado. —Allí estaremos
los cinco unidos.
Ella agregó: —Los
ocho, encontré mi mujer ideal, casi no habla, usa un pañuelo de seda en la
cabeza y anteojos negros que no se los quita ni para dormir, al igual que su
piloto, única prenda que le otorga un aire gretagarbiano. Ninosko se casó con
Atilio Culetti, el amigo de su infancia.
—¿Y Greta?
¿Sigue soltera?-Interrogó el padre putativo-.
—Greta cambia de
novia todos los meses, le hemos pedido que no nos presente más nadie, porque
una al final se encariña, vienen de visita y es un papelón cuando confundís los
nombres.
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