sábado, 14 de octubre de 2017

ME CAGO EN EL MUNDIAL 78


   Lo descubrí en una ventana, era un hombre de dientes enormes y pelos parados. Me asusté, después del vos sos, yo soy, hubo un intercambio de corrientes  que acercaron para siempre. Viajes aquí nomás. Viajes largos. El puro viaje. Un no amigo deslizó: —No es tuyo sólo, es de todos, no podés apropiarte.
   Nos ocupamos mutuo, el no amigo se equivocó. Había que volver de Ecuador, o Irlanda, o Brasil, un corazón herido con controles estipulados. —Mirá, hay jugadores de fútbol que sobreviven.-Lo dijo René, el mejor operó al mejor, tres veces. Entre una y otra, conocer algún otro lugar, caminar despacio, medicación adecuada.
   —¿Qué soy para vos? ¿Me querés? ¿Me amás? ¿Soy tu novia?...
   Miraba estrellas de noche y plantas de día. —Es ridículo, para mí sos “compañera”.
   Habré puesto ojos ausentes y dijo: —La mejor, la única.
   Corrimos al mar que nos llamaba, le gustaban las olas, decía que eran para domarlas. Había pocas personas en la playa, pero todos lo miraban, una cicatriz de clavícula a ombligo, otra lateral izquierdo de pecho a columna y una oblicua del lado derecho.
   Regresamos para la última, sesenta días en Bs As. Él, internado, yo viajando, dos colectivos de ida, dos de vuelta. Todos los días el despertador, mi tía Mimí hacía desayunos, no me pasaban por la garganta. Una tarde que le pedí siesta, agotada, él dijo sí. Me quedé dormida, una enfermera llamó por teléfono, dijo que fuera, no pasaba nada, extrañaba. Pegué con mi cabeza en la pared ¡Cómo pude no despertar! —Yo te llevo.-Dijo Mimí.
   Taxi. Allí estuve. —Tengo febrícula, dijo René que así no, muchos cables, suero y sangre, nadie me explica, andá vos.
   —Ahora no hay nadie, subí y bajé treinta veces, ni un triste enfermero, algo pasa.
   Tiró la máscara, alzó la voz. —Son estos milicos asesinos, se llevaron la gente del Sanatorio también.
   Deliraba, busqué el termómetro, casi 40°, mojé una sábana con agua fría y otra y otra. Bajó a 38°, busqué las guardias nocturnas. Todos mirando el mundial 78, nadie quiso dejar. Una masticando chicle: —¿Habitación 405?, ése no tiene solución, mamita.
   Dijo “ése”, la puta. Dormí al lado, alguien entró. Convulsiones. Me sacaron al pasillo. Escuché frascos que se rompían, crash, crash.
   —¡Tenelo, boludo!
   Esas cosas sin sentido, vino el clásico que avisa, con los brazos de circunstancia. Lo empujé, lo pasé de largo. Mi tía Mimí me abrazaba y una consuela como puede. —Todo ese dolor te pone hermosa, hermosa. 
                                                               

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