sábado, 7 de marzo de 2020

LABERINTOS "G"


      Tomábamos el té una vez por mes en la casa de Selfi. Tenía tantos recortes ese lugar, que una puerta podía dar a cualquier lado con sorpresa. Por ejemplo, había un cuarto ovalado forrado de vidrios con peces y un sillón giratorio para apreciar las distintas especies. De nosotras, Selfi era la más joven, tenía sonrisa contagiosa y chismes inventados, monopolizaba los chismes.
   Rita era su mejor amiga y siendo vecinas, se reunían todos los días. Sus jardines no tenían divisiones, se discutieron los árboles, flores, las familias unieron esa comunidad vegetal. Una tarde de reunión, Nani pidió permiso para pasar al baño, ella sabía dónde quedaba, a pesar de aquel laberinto. Abrió la puerta y caminó hasta la bacha, la puerta cerró sola, se lavó las manos y retocó su maquillaje. Quiso salir, pero la puerta no abría, estaba encerrada, hizo todo lo posible, hasta pidió ayuda a los gritos, pero la música y las conversaciones no permitían escuchar su voz.
    El baño estaba forrado con tablas de madera. Por aburrimiento le pasó las manos a todo el revestimiento y casi muere de susto cuando abrió sola una puerta secreta, que daba a un escritorio, al girar, los libros quedaron en el baño y al otro lado, el revestimiento llegaba hasta un diván, era el Consultorio del Marido de Selfi, Psicólogo.
   José estaba dormido sobre sus brazos, apoyados en un centenario escritorio de palo de rosa, un rayo de sol de invierno iluminaba su cara y las manos pendiendo en papeles desordenados.
   Nani se acercó hasta José y quedó admirando la cabeza perfecta, el pelo que le brillaba y enmarcaba su rostro de niño viejo. Le dieron ganas de abrazarlo, aunque estuviera dormido. Tocó despacio su cabeza, le apoyó su pecho en la espalda. Parecía que José se calentaba por nada. La tomó de frente, no llegó al diván, la acostó en la alfombra, le tapó la boca y le hizo el amor, la estaba violando. Pero cuando él quitó la mano de su boca, ella le pasó la lengua a cada uno de sus dedos, los trasladó con mesura, ella guió la situación hasta el afamado punto “G”. A Nani le caían lágrimas de placer, mientras José la abandonó en un dejo de violencia y lavó sus manos con gel que dormía en un rincón del escritorio. Hubo tanto silencio entre los dos, José la condujo hasta la salida del baño y luego Nani escuchó cómo giraba la puerta trampa.
   Ella bajó sofocada, todas estaban cotorreando como gallinas, nadie le dio importancia a su ausencia. Selfi le ofreció un sillón, el más cómodo y como si tal, dijo: —Seguro que José te encantó, se cansó de Rita, ella no sabe. Lo podés hacer cuando quieras, no me molesta para nada, te recomiendo una vez por semana. José, pobre, no da para más. Por mí, no te sientas culpable, tu Marido me coje como nadie.

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