—Si no se corre
le voy a decir al Policía.
—Aunque sea por
el miedo que tengo, déjeme estar a su lado.
Se acercaron los
de la cola de la farmacia y los que esperaban entrar al supermercado.
Yo no le creo
mucho a estas cosas, no sé si es una campaña para separarnos y no poder elegir
hacer una manifestación, suspender una conferencia, no ir al cine o visitar al
único amigo que tengo en Bs As, contarle cómo me fue en Italia, presentarle a
mi Mujer alemana. Vinimos engripados y con fiebre alta, nos deben haber
contagiado una mujer y un hombre que tosían todo el tiempo y entraron juntos al
baño. Se empezó a mover el avión y eran ellos. Cuando salieron, el vuelo se
serenó.
Lo viajeros
también tuvieron miedo, porque la gente de las distintas colas, se juntaban con
movimientos desesperados. Los amantes del avión eran los últimos. Una voz
mandataria, puso la mano en alto, estilo “Heil”, dijo: —Hasta aquí. Está el
micro, vayan subiendo de a uno, apretados de a uno se quedan de pie, no hay asientos,
traten de no pisar a los niños.
El micro tenía
las ventanas pintadas, nadie decía, el miedo paraliza, cerraron las puertas,
era hermético el transporte. Coladores de viento, dispuestos en el techo,
comenzaron a echar gas hasta dejar al pasaje envenenado, todos dejaron de
respirar.

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