sábado, 21 de marzo de 2020

MORFEO



   Debe hacer más de un mes que no duermo, ni de noche ni de día. Nunca me llama nadie, tampoco hago algo para que suceda lo contrario. Anoche se cayó el teléfono y se enredaron todos los cables, se partió por la mitad, lo tiré a la basura y me quité un peso de encima.
   Ni salgo a la calle, me tiene saturada el clásico saludo urbano reiterativo y falaz: —¿Qué tal, todo bien?
   Y la respuesta que no espera respuesta: —Sí, todo bien!
   Todo bien, las pelotas, está todo mal, doloroso, vacío, sin trabajo ni comida. Mi insomnio se casó conmigo, yo que me pensaba soltera, por fin encontré un amigo imaginario que me acompaña a tomar té con galletitas, mi único alimento. Al Banco tengo que ir, para poder comprar té y galletitas. Es mi única salida, me disfrazo de otra persona para no tener que saludar a gente, con la que no tengo absolutamente nada que ver.
   Siento piedad por los demás, todos tan solos como yo. Tal vez les pase igual, tal vez el insomnio sea un fenómeno mundial, tal vez somos todos unos hijos de puta y Dios nos está castigando. Como decía mi Abuela, y estoy casi segura, porque la pobre no dormía nunca y se sentía culpable, porque pensaba que Dios no existía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario