miércoles, 25 de marzo de 2020

PÁGINAS


   —Sr Editor, usted se ha comunicado conmigo, la única que todavía le envía borradores de novelas.
   —Sí, reconocí su voz, su nombre es Lucrecia Lucer, si mal no recuerdo.
   Siempre recuerda mal, está choto el viejo, dije mal, es un viejo choto.
   —Esta vez cada novela posee sus exigencias, hay delicias de niños, hombres solos, pornografía explícita, porno sin explicitar, Maestros incomprendidos, Sacerdotes, gente con dotes. Me quedé sin voz ¿Qué le parecen?
   El Viejo se tiró un pedo incontinente y continental.
   —No le puedo decir qué me parecen, me informa los temas, pero no me trajo las novelas.
   Mi olvido fue imperdonable, dispuse mis novelas en cajas de zapatos, a la semana me comuniqué: —Habla Lucrecia Lucer, acomodé mis libros, ya se los acerco.
   —Lucrecia, recuerde las prevenciones, déjelos a dos metros de la persiana. No olvide los guantes quirúrgicos, el alcohol gel y el barbijo.
   Me pareció exagerado, pero los viejos chotos son así.
   Los Agentes del Orden me detuvieron, dos veces. Deshicieron las cajas, leyeron todas las novelas y me dejaron ir. Cuando llegué, el Editor me esperaba tras una valla y un largavistas.
   —Ponga la primer novela en el atril y dé vuelta las hojas, es obvio que no tocaré nada, aunque el olor a queso habla mal de sus pies.
   Algunos le resultaron exitantes: —Cómo cambió, Lucrecia, éste lo voy a editar en la contratapa del Diario de la Editorial.
   Le pregunté: —¿Pero la novela completa no tendrá espacio?
   Me contestó —La página que más me exitó, es la del amante que le pasa lengua por todo el cuerpo. El lector, busca eso. Después tiene algunos hallazgos, pero cuesta darse cuenta dónde se encuentran, el lector lee de corrido y no se pondrá a buscar los “hallazgos”, pero las páginas semiporno, las leerán hasta en el baño.
   El Editor no entiende nada, hay otras novelas mías que parecen escritas por una erudita.
   —Rechazo su oferta, devuelva mis novelas, déjelas a tres metros de mi escritorio, en el balcón.
   Me llenó de asombro, arrancó todas las hojas de índole porno, viejo pajero. Llamé y atendió su Mujer: —Mire, Srta Lucrecia Lucer, mi Marido se encuentra con sus manuscritos en el baño. Le lleva tiempo lo suyo. Puede llamarlo dentro de tres horas, tal vez lo encuentre.

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