—Sr Editor,
usted se ha comunicado conmigo, la única que todavía le envía borradores de
novelas.
—Sí, reconocí su
voz, su nombre es Lucrecia Lucer, si mal no recuerdo.
Siempre recuerda
mal, está choto el viejo, dije mal, es un viejo choto.
—Esta vez cada
novela posee sus exigencias, hay delicias de niños, hombres solos, pornografía
explícita, porno sin explicitar, Maestros incomprendidos, Sacerdotes, gente con
dotes. Me quedé sin voz ¿Qué le parecen?
El Viejo se tiró
un pedo incontinente y continental.
—No le puedo
decir qué me parecen, me informa los temas, pero no me trajo las novelas.
Mi olvido fue
imperdonable, dispuse mis novelas en cajas de zapatos, a la semana me comuniqué:
—Habla Lucrecia Lucer, acomodé mis libros, ya se los acerco.
—Lucrecia,
recuerde las prevenciones, déjelos a dos metros de la persiana. No olvide los
guantes quirúrgicos, el alcohol gel y el barbijo.
Me pareció
exagerado, pero los viejos chotos son así.
Los Agentes del
Orden me detuvieron, dos veces. Deshicieron las cajas, leyeron todas las
novelas y me dejaron ir. Cuando llegué, el Editor me esperaba tras una valla y
un largavistas.
—Ponga la primer
novela en el atril y dé vuelta las hojas, es obvio que no tocaré nada, aunque
el olor a queso habla mal de sus pies.
Algunos le
resultaron exitantes: —Cómo cambió, Lucrecia, éste lo voy a editar en la
contratapa del Diario de la Editorial.
Le pregunté: —¿Pero
la novela completa no tendrá espacio?
Me contestó —La
página que más me exitó, es la del amante que le pasa lengua por todo el
cuerpo. El lector, busca eso. Después tiene algunos hallazgos, pero cuesta
darse cuenta dónde se encuentran, el lector lee de corrido y no se pondrá a
buscar los “hallazgos”, pero las páginas semiporno, las leerán hasta en el
baño.
El Editor no
entiende nada, hay otras novelas mías que parecen escritas por una erudita.
—Rechazo su
oferta, devuelva mis novelas, déjelas a tres metros de mi escritorio, en el
balcón.
Me llenó de
asombro, arrancó todas las hojas de índole porno, viejo pajero. Llamé y atendió
su Mujer: —Mire, Srta Lucrecia Lucer, mi Marido se encuentra con sus
manuscritos en el baño. Le lleva tiempo lo suyo. Puede llamarlo dentro de tres
horas, tal vez lo encuentre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario