—No, Señora, no
puede pasar con él.
Yo sentí que la
gorda estaba gozosa de mandar en algo.
—Es mi Marido,
tenemos alcohol gel de pies a cabeza, no usamos barbijo porque es una burrada y
siempre hemos caminado a un metro de distancia, o dos. Yo no le hablo, él
tampoco, ¿existe la microgota de flügge entre nosotros?
Me dio tanta
bronca la gorda, que pasé igual. En el Supermercado, otra cola e íbamos pasando
de a uno, a mí no me dejaron porque así era la prevención.
En la Dietética
pasó igual, nosotros somos respetuosos pero no idiotas.
El día anterior
fuimos al Banco, con obligación de barbijo. Aquí todos son burros sin solución.
Hacer la demostración del alcohol gel en la limpieza de manos. Conservar esa
distancia que obliga a meterte en tu casa y no salir más. Cuando llego a la
ventanilla, me dicen que la Supervivencia todavía no estaba.
Mientras el tipo
explicaba, como en un viejo programa de Gasalla: “¡Atrás! ¡Atrás!”
—Vos, gordo de
mierda, tenés ganas que te la metan por atrás, puto.
Me fui caminando
como soldado furioso y una vieja me dice: —No sabe qué contenta estoy, que le
haya dicho gordo de mierda y puto al Gerente. Encima mi hija me contó que es
puto. Usted no se haga problema, igual a la Supervivencia, nos van a considerar
personas fuera de servicio. Yo pienso venir la próxima vez y me voy a cagar
encima, total, los viejos tienen incontinencia. Si quiere, venimos juntas y les
cagamos todo el Banco, acá tengo una pastillita, tómela por la noche, nos
encontramos y van a tener que limpiar todo el piso de mierda. ¡Alá, Alá!
Las personas no andan bien, juntaron mierda del piso y la arrojaban a la cara de los Cajeros.
Había un hombre
de campo, con un hacha en la mano, subió al despacho del Gerente y lo degolló.
Rodó la cabeza por la escalera, en dulce montón los perjudicados le hicieron
piquete de ojos al rufián.

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