Eli Cuevas era
la alumna más concentrada, respetuosa y la mejor en todas las materias. Sus
boletines tenían tantos dieces que cegaban, tan autoexigente como si en ello le
fuera la vida. Una maestra vio que a Eli se le veía el cuero cabelludo, como un
kipá redondo, había pelos de ella en todas partes.
Después
empezaron las cejas a perder espesor y las pestañas se le quemaron por el
estudio desaforado que continuaba en su casa. La Directora pidió una entrevista
con la Sra Cuevas. Explicó la preocupación de los docentes que enseñaban a Eli,
le sugirieron llevarla al médico
—Por favor! Fue
lo primero que hice, los estudios salieron excelentes, diez como sus boletines.
Eli tiene calvicie que incrementará hasta carecer de pelo en todo el cuerpo. El
padre estudió tres carreras en seis años y quedó calvo total.
La Directora la
miró, con cara de Directora:
—Bueno Sra, pero
a su marido le pueden decir “pelado”, no importa, él es hombre. Pero la niña
tiene derecho a una peluca, implante de cejas y pestañas.
Eli aceptó, a
veces se ponía la peluca al revés, lo hizo por los otros, a ella no le
interesaba el aspecto exterior, sólo tenía ansiedad por seguir estudiando. Hizo
su secundario con notas sobresalientes. Entró en Medicina, se recibió en tiempo
récord. Durante su Residencia curó y atendió a más de dos mil pacientes. Tomó
distancia, luego de recibir su diploma.
Se anotó en
Letras, Filosofía y Derecho. Los profesores iban a escuchar sus exámenes,
porque eran clases de conocimientos que los entusiasmaban. Llegó a los finales
de las tres y le ofrecieron siete becas viajadas. Le quitarían espacio para
estudiar Geología. Allí conoció a un hombre joven. Estudiaban juntos.
Adquirieron la costumbre de hacer el amor luego de los libros. Se llamaba León.
Sucedió algo
fuera de lo previsto. Eli comenzó a tener malas notas y León superiores. Un fin
de año, León le acarició la cabeza:
—Qué lindo pelo tenés, ese corte jugado te va
de diez.
Ella sintió que
no le estaba tomando el pelo, se tocó la cabeza y tenía pelo corto y espeso.
En sucesivos
exámenes. Para ella fracasos y para él éxitos, le llegaba el pelo a la cintura,
las cejas espesas y las pestañas abanicos.
No quiso
estudiar más, se convirtió en una compradora compulsiva, iba de Shopping y
compraba cosas innecesarias.
Se convirtió,
poco a poco, en una rubia tarada.

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