sábado, 3 de septiembre de 2022

ALOPECÍA

  

   Eli Cuevas era la alumna más concentrada, respetuosa y la mejor en todas las materias. Sus boletines tenían tantos dieces que cegaban, tan autoexigente como si en ello le fuera la vida. Una maestra vio que a Eli se le veía el cuero cabelludo, como un kipá redondo, había pelos de ella en todas partes.

   Después empezaron las cejas a perder espesor y las pestañas se le quemaron por el estudio desaforado que continuaba en su casa. La Directora pidió una entrevista con la Sra Cuevas. Explicó la preocupación de los docentes que enseñaban a Eli, le sugirieron llevarla al médico

   —Por favor! Fue lo primero que hice, los estudios salieron excelentes, diez como sus boletines. Eli tiene calvicie que incrementará hasta carecer de pelo en todo el cuerpo. El padre estudió tres carreras en seis años y quedó calvo total.

   La Directora la miró, con cara de Directora:

   —Bueno Sra, pero a su marido le pueden decir “pelado”, no importa, él es hombre. Pero la niña tiene derecho a una peluca, implante de cejas y pestañas.

   Eli aceptó, a veces se ponía la peluca al revés, lo hizo por los otros, a ella no le interesaba el aspecto exterior, sólo tenía ansiedad por seguir estudiando. Hizo su secundario con notas sobresalientes. Entró en Medicina, se recibió en tiempo récord. Durante su Residencia curó y atendió a más de dos mil pacientes. Tomó distancia, luego de recibir su diploma.

   Se anotó en Letras, Filosofía y Derecho. Los profesores iban a escuchar sus exámenes, porque eran clases de conocimientos que los entusiasmaban. Llegó a los finales de las tres y le ofrecieron siete becas viajadas. Le quitarían espacio para estudiar Geología. Allí conoció a un hombre joven. Estudiaban juntos. Adquirieron la costumbre de hacer el amor luego de los libros. Se llamaba León.

   Sucedió algo fuera de lo previsto. Eli comenzó a tener malas notas y León superiores. Un fin de año, León le acarició la cabeza:

   —Qué lindo pelo tenés, ese corte jugado te va de diez.

   Ella sintió que no le estaba tomando el pelo, se tocó la cabeza y tenía pelo corto y espeso.

   En sucesivos exámenes. Para ella fracasos y para él éxitos, le llegaba el pelo a la cintura, las cejas espesas y las pestañas abanicos.

   No quiso estudiar más, se convirtió en una compradora compulsiva, iba de Shopping y compraba cosas innecesarias.

   Se convirtió, poco a poco, en una rubia tarada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario