Ella era hipocondríaca. Jamás recibió un
golpe en su vida. Este año fue distinto, para Navidad se quebró un brazo y lo
solucionaron con titanio. Cuando pasó a
rehabilitación fue un infierno.
Lo pensó como un castigo. El árbol partido
con los adornos de cuando fue chica y los regalos aplastados. Se recuperó hasta
que un día despertó con una hemiplejia facial que le dejó un ojo más bajo que
el otro y una sonrisa de costado. Parecía un personaje de “Las Señoritas de
Avignon”. Picasso, loco, la pintó así y era ella.
Consuelo sintió un antepasado que predijo su
cara actual.
Terminó por aceptar su situación y largó
kinesiólogo, ejercicios de recuperación y nunca más consultas médicas. Ahora
llegan los pasajes, por fin tendría una charla con Pablo Picasso; dicen que sus
manos son milagrosas, le pidió que por favor le curara su hemiplejia facial.
─Usted no está enterada, pero yo he muerto
hace años y desde aquí no puedo hacer nada. Pero conozco infinidad de Com que
la curarán y no le van a cobrar un centavo. Le van a cobrar quince mil euros,
que para usted no es nada y si no júntelos como lo hice yo.
Los Com realizaron un trabajo excepcional. Antes
enterraron sus pies hasta los tobillos. Consuelo quedó tan agradecida:
─Yo no sé cómo pagarles.
─No se preocupe, ahora son veinte mil euros.
No pudo desenterrar los pies de donde estaba.
Parecía que la tierra era de cemento. Pidió socorro, nadie acudió. La rodearon
los pájaros que son un regalo de la naturaleza. La fueron picando de a poco
hasta que los chimangos se encargaron de todas las vísceras.
No quedó nada. Pero ella estaba en el cielo
charlando, con Pablo.

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