Pilar, mi compañera de escuela me invitó a
su casa, atendió su padre con una sonrisa brillante. Me gustó más su padre que
su hija. Nos quedamos estudiando toda la noche, hasta donde no resistí más y me
dormí. Alguien me llevó a una cama y me tapó los pies con una manta, cerró la
puerta. Escuché que hablaba Pilar con su padre, murmullos discutidos.
─No me gusta la compañerita que invitaste,
me mira todo el tiempo y no habla.
Cruzamos un pasillo angosto y besé a su
padre con lengua y todo. Le asombró y le gustó, me abrazó, cogimos el resto de
la noche. Pilar dijo que me quedara unos días. Igual yo no tenía donde vivir.
Debí buscar algo para alquilar.
Su padre me acompañó y él mismo encontró una
casa chica y florida. Pagaba el alquiler, sabía que yo carecía de dinero.
Le agradecí igual que aquella noche en la
cama. A él le pareció mejor usar el piso. Hasta los mosaicos se calentaron.
Pilar estaba tan celosa que se acostó con él, lo provocó hasta que lo logró.
─No puedo creer que te acuestes con tu
padre!
Pilar
dijo que no era su padre, era su primo más grande.
─Él me crió, como habrás escuchado como no
me di cuenta, desde que era chica, hubiéramos hecho antes lo que hice con vos.
Ambas son expertas en el arte del sexo. Me
quedé con las dos. Ahora somos un triángulo, las risas de las dos me vuelven
loco y quiero más y más. Como un perro sediento encontré lo que buscaba.

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