martes, 2 de enero de 2024

ASCUAS

 

   Era un especialista. El mejor. Tenía un gesto duro, mejor que sonrisas dibujadas. Una meticulosa revisación, sus manos eran su instrumento. Tocaba aquí y allá y en vez de diga treintitrés te hacía decir veintiuno.

   El doctor importante avisa el diagnóstico con un discurso breve:   

   —Hay que operar, se trata de un divertículo prolífico, que corre de lugar todas las vísceras, adiós.

   Los allegados tomaron un tinte blanco, el hijo, alucinado, salió del hospital para espiar el quirófano, su madre aliviada. El chico dijo que la iba de doctorcito fino y parecía un ser humano vacío, cuyo único interés era el dinero. Tenía un físico carnoso, grasa colgante y ojos ávidos...la madre lo interrumpe:

   —No tenemos dinero para la operación de este doctor fino, tenemos que buscar un doctor ordinario.

   El edificio se venía abajo, atendió una secretaria vieja, con doble giba y granos con pelos. Tardó en comprender que veníamos con un enfermo. Una voz suave dijo desde el consultorio:

   —Que pase el siguiente.

   Entramos juntos y el doctor dijo que prefería atender de a uno, puede ser el paciente con una compañía, su esposa. La mujer tenía la mano entumecida de cómo su marido la apretaba.

   Este doctor también usaba las manos, pero de otro modo, tal vez estudiaron en diferentes conservatorios. Le palmeó los hombros y le dijo que estaba sano de pies a cabeza.

   El ex-enfermo quedó mudo, la mujer aplaudía.

   —¡Excelente! Usted es una persona excelente.

   Cuando se iban abrazó al doctor y le estampó un beso en la boca.

   El doctor no supo cómo quitarse el rouge.

   —Con el pañuelo quedará manchado y mi esposa va a preguntar, como fue. Le voy a decir que la amante es mi secretaria. Un tiempo se dejará de joder.

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