Las personas
dejaron de escuchar música, corría el 2075. Sucedía igual que con las
caminatas. Tan contradictoria la medicina, ahora se recomendaba la vida
sedentaria, para que el corazón no trabajara demás. Me dolían las piernas y el
torrente sanguíneo lo sentía como salsa bechamel. Los movimientos se atortugaron.
Se expandieron
bosques y caminos ayuyados. Una mañana de Octubre decidí mi primer caminata
luego de añares. Las casas parecían abandonadas, se escuchaban escobitas
aisladas. En un chalet de persianas entornadas, con olor a romero, aromo,
retamas, vi entrar una persona joven con un violoncello en su enorme estuche.
Abrió las puertas de latón oxidado y dentro había sol, plantas aromáticas,
carecía de techos y paredes, al fondo asomaba una pérgola de glicinas, con un
banco de troncos y un atril de ramas secas. El frente del viejo chalet cumplía
la función de entrar de fuera a fuera.
—Buenos días.-Dijo
el chico mientras con una enorme llave abría las puertas para luego cerrarlas-.
Seguí caminando y
me detuvo una melodía de las Seis Suites de Bach, parecía Yo Yo Ma ejecutando.
Provenía de las persianas entornadas, me senté en una hamaca de enredaderas, tocaba
como aquel ángel chino, Yo Yo Ma no podía ser porque tendría unos 120 años, y
el ejecutante era muy chico. Se me hizo costumbre pasar todos los días, cada día
una Suite diferente, todas idénticas a Yo Yo Ma.
Llegó más tarde
que de costumbre. —Buenos Días.-Dijo el chico-.
Cuando cerró las
puertas, se abrió el estuche y cayó el violoncello, carecía de cuerdas y el
arco era una aguja, de madera, de tejer. Sin más entornó las ventanas y
arremetió con la Suite nro 6 de Bach. Pudo la curiosidad más que mi prudencia,
el atril tenía hojas amarillentas de diarios, reemplazando partituras. El
encordado del cello era de hilo sisal. La música provenía de un disco de vinilo
en un equipo cuidado con obsesión. El joven tocaba con el pelo en movimiento,
siguiendo cada nota.
—Señora, veo
fascinación cuando escucha mi música, ¿tendría Ud a bien dar vuelta mis
partituras? No puedo equivocar una sola
nota, mucho menos teniendo una fiel oyente de mis conciertos.
—Para mí sería
un honor.
—Merci madame. 
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