martes, 26 de septiembre de 2017

ARGENTINA CAMPO 'E POBRE


   La Tía Rita que lo crió, decía, sin saber, que era nonato. Vivían en el campo, no sabían ni leer ni escribir.
   Toribio Soto encontró su nombre en un papel borroneado por la lluvia, fechas y origen, con Rita pasó igual, aprendieron a firmar con la ayuda de un Médico campero. —Lo encontramo en la tranquera, Dotor, una mañana de frío, diga que estaba envuelto en papeles de diario y un cacho ‘e piel de oveja mal curtida. Cómo lo dejaron ahí, no me esplico, la Rita tampoco. Le dimo leche ‘e nuestra vaquita, le agregamo agua pa que no le caiga pesao. La Rita siguió con el gurí en brazo, usamo la misma mamaderita que tomaron los cachorro de la perrita, lo bañamo a la semana.
   —Fue idea del Toribio, decía que con el nonato había qui hacer así.
   —¿Por qué nonato dicen Uds?
   Rita se puso color rabanito. —Si no lo vimo nacer, ni sabíamo su nombre, por eso jué. ¿Ta mal?
   —No…pero alguien lo parió, lo habrá visto nacer y el nombre se lo van a poner Uds. O el Juez dirá.
   —¡No, Dotor, qué Jue ni Jue! El gurí e’ nuestro, es hijo ya, la Rita le da de comer, yo le cambio lo trapito y tiene la ropa ‘e nosotro  cuando nacimo.
   —Güeno, Dotor, ¿lo va a revisar? La vacuna, que yo a pesar de mi inorancia sé que no hay necesidá, creció con leche ‘e vaca.
   —Tiene razón, si me permiten lo voy a pesar, auscultar para ver si está sanito.
   —La balanza ha de estar helá, no me lo desnude así, Dotor.
   —Hay estufa, Rita, le ponemos una sabanita. ¿Ve? Mire lo que pesa el niño, perfecto, ocho y medio. Y el corazoncito es un relojito. Me lo traen cada quince días y vemos cómo va. Le doy una lata de alimento especial, esta mamadera nueva y unas bolsas de pañales modernos. Le dibujé las instrucciones.  
   La noche que creció el Salado, Toribio y Rita arrearon los caballos y guardaron la vaca. Cuando entraron al rancho, el gurí no estaba.
   —Se lo han robao, Rita, algún malnacido. Salgo a buscarlo, quién te dice…
   No lo encontraron, se quedaron sin hijo, porque ella no podía tener. Lloraron 13 meses, cuatro días y siete horas. Empapaban las sábanas de tanto dolor y extrañadura. A los dos años fueron al Doc, porque Toribio andaba con palpitaciones. Por suerte no era nada, el duelo que no cesaba, tal vez. En medio de la consulta apareció un niño de flequillo negro, unos tres años le calcularon.
   —Papá! Dice Mami que a comer.
   Rita le preguntó: —Ud, Dotor, ¿se recuerda que nos dijo que su mujer era estéril?
   El Doc se puso nervioso, tartamudeaba y con los ojos bajos, se retractó: —Y bueno, ya lo ven, al final vino éste.
                                                             

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