domingo, 17 de septiembre de 2017

NACE UNA ESCRIBIENTE


   —¿Cómo no se te ocurre?
   Tuve la mala idea de contarle el comienzo…”En una isla, un sacerdote católico, un protestante y un ateo, departían acerca de la idea de Dios, luego de un naufragio de tres días”…no sé cómo seguir si es una discusión, o una charla de intercambio teológico o se hacen amigos… La estúpida de Esther, siempre fue estúpida, pero buena como una semilla de lino, dijo: —Ponele que se hacen putos, se olvidan de Dios y bailan requetón.
   Y yo, que me contagio enseguida, le pregunto: 
¿Y qué hago con el ateo que se copa con ser antagonista de los creyentes?
   Se pone bizca cuando sabe menos que nunca, no puede hacer foco, pero te ayuda, es buena, le pone garra. —Pensá que deben tener la piel toda arrugadita, tanto estar en el agua.
   Algo menor se me ocurrió: “No tenemos agua potable, pero sí cocos, que tienen agua más sana que la de Obras Sanitarias, o los botellones.” Dice el ateo, que tiene incorporada la cultura de la calle, o de la isla. El chupavelas agrega: “Yo como católico, voy a rezar en cuclillas para que nos encuentren pronto.” —Ves, acá me palmo. ¿Cómo sigo, Esther?
   A ella le vuelven los ojos a su lugar y acota: 
—Vos bien sabés que soy judía, me sé la Torá de memoria, los mandás a los tres a laTierra Prometida y los reciben con los brazos abiertos, con tal de juntar más soldados, para borrar Palestina del mapa, los aceptan con prepucio sin recortar y nariz respingona.
   Es guarra, Esther, tiene que escribir, a los lectores les va a encantar. Le tiro la idea, dice: 
—Sí, yo acepto, me gustaría vivir en Israel, voy con el cura que está buenísimo…
   Le pregunto: —¿Y cómo sabés que está bueno?
   Contesta muy suelta de Torá: —A mí, el sabor del escroto me puede.  
                                              

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