martes, 5 de septiembre de 2017

RABO VERDE


   Walter era un viejo optimista, sin amigos que le transmitieran desesperación, ni diarios explicando soluciones utópicas. En inviernos fríos, andaba descalzo con bermudas y cinturón, nada más, saludaba a peatones tiritantes con palabras como: —Este calor es infernal, ojalá llegue pronto el invierno.
   Se presentaba en velorios al paso diciendo: 
—¡Por favor, Sres! La única pálida es la del cajón, no nos unamos a su desgracia, según sus ojos, están tirando pálidas a diestra y siniestra. Ella murió, eso no tiene retorno, quedamos nosotros. Debemos divertirnos con whiskycitos, escuchando músicas vitales, tipo Rolling Stones. La parca no nos ha llegado y si ejercitamos nuestra alegría, desenfado y carcajadas, la tipa se espanta y no jode más a nadie. Si es pertinaz ejerciendo sus poderes, le metemos un dedo en el culo, como hacen los gobiernos con nosotros. La tipa, con tal de no pagar impuestos, se va a la mierda.
   —Perdón por mi falta de modestia, pero confieso que tuve una niña con Ramona, mi mucama negra. Salió preciosa, rubia, de ojos celestes, naricita angosta. Sentía orgullo de ser padre primerizo. Noté que a medida que cumplía años, se oscurecía su piel, sus ojos viraron de claros a oscuro noche. La boca le engrosó, al igual que los orificios nasales. El pelo la rubricó, negro mota. Siempre compartimos la mesa, pero me armé de valor y la eché a la cocina.
   —Ramona, le cedo mis derechos de autor de la niña a Ud, acá la tiene, como podrá apreciar es su vivo retrato. Le entrego las llaves de mi camioneta. Una hija debe ser criada por su madre. Elija un lugar lejano para instalarse, sugiero otro continente. Cuando se retire, no olvide cerrar la puerta.
   Ahora que estoy solo, me digo —Walter, a recuperar tu optimismo de costumbre, con un buen champancito, celebro no tener a cargo la educación y futuro de nadie.
   Conseguiré una mucama con buen trasero, si limpia o no limpia, lo de menos es lo demás. 
                                                     

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