jueves, 22 de marzo de 2018

Y OTRAS CUESTIONES


   —Hace cuarenta años que es mi Secretaria, tenemos confianza de hermanos, de amigos, de ideología y sobre todo moral.
   —¡Escuchá lo que decís! Cuarenta años y me vengo a enterar ahora. ¿Vos que tenés en la azotea?
   Él le contestó: —¡No! Lo tuyo no tiene nombre, hace cuatro años que te pusieron a trabajar, tenés un Secretario, un tipo que recién conocés y te la pone.
   —Por lo menos, nosotros usamos su departamento y a veces hasta laburamos, en cambio vos y esa vieja trola, con la que acordaste tener un dormitorio al lado de la oficina…
   Si ella supiera que mi Secretaria viró a matrimonio hablado y más tarde al silencio comprensivo de los años.
   No quiero lastimarlo, fue un apasionado en los principios. Tuvimos hijos, cambié pañales, les di la teta, tres años a cada uno y pasó el tiempo, me aburrí y decidí trabajar. Un corrupto del gobierno anterior, al que yo escondía mi desprecio, me dio trabajo, los expedientes tapaban el escritorio. Mandaron un Secretario sigiloso y capacitado, los cafecitos de todas las mañanas, eran tácitos. Al año, subiendo una escalera, para buscar la carpeta de un Jubilado olvidado, él me acarició las piernas, temblé, hacía tanto que nada y el abrazo olvidó los expedientes. Fuimos despedidos por inoperantes.
   —¡Sí Uds traban todo kakonchos y el que está ahora se hace el sota!
   Es lo mejor que me podía pasar, no laburar más para delincuentes…vivimos en su departamento, mitad del día y la otra, vuelvo a casa. Él se pone contento y me da besos que me dan asco.
   La Secretaria de él es casada. Mi Secretario también.
   Es toda una espiral que llena de humo para confundir la vida.  
                 

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