jueves, 1 de marzo de 2018

TU SABÉS, STRONZO


   Del lado de papá eran uruguayos, del lado de mamá eran ordinarios.   Del lado de papá, las comidas eran un derroche de pijotería. Raimunda, la cocinera, ahorraba material culinario, como si fuera en su beneficio. La vajilla era más rica que la comida. Había unos apoya cubiertos, que si no los usaba me miraban feo. Los uruguayos hablaban casi en susurros, cosas aburridas, de parientes fallecidos por distintas causas. Por las fotos que ocupaban la mesita de los finados, para mí, se murieron de aburrimiento.
   Del lado de mamá, las comidas hechas por mi abuela, colmaban nuestros platos y las fuentes clamaban una segunda vuelta. A ninguno de los abuelos ordinarios, se les ocurría mirar cómo comíamos, sino qué comíamos y cuánto. Así medían la salud, de acuerdo al peso.   Los ordinarios hablaban a los gritos entre ellos, finalmente, eran monólogos corales de enojos, risas o chismes. Los ordinarios daban besos con ruido y amor en cucharadas, de aceite de hígado de bacalao. Mi abuela ordinaria, también tenía una mesa de fotos de finados. En todas las fotos, están muertos de risa, o en eso.
   La familia uruguaya de papá, murmuraba que mi madre y su familia, eran ordinarios. Le pregunté a papá, qué quería decir ordinario, me dijo que era una localidad de Italia. Pensé mucho tiempo que los italianos eran ordinarios, luego supe, que en el Norte no.
   La familia de mi madre, ordinaria, elogiaba la elegancia de los uruguayos y su impecable forma de hablar.
   Cuando las tías de mi madre, que eran todas bellísimas, decían a mi abuela ordinaria, que los uruguayos eran unos oligarcas soberbios, mi abuela les respondía que por eso, papá eligió a mamá, que también era bellísima, hacía juego con los oligarcas soberbios. De algún modo, tenían que dejar de ser tan feos. Mi abuela pensaba que oligarca y soberbio, eran atributos buenos, de las personas ricas.
   Era así mi abuela: ordinaria, ingenua y lúcida. Como toda tana ordinaria, que se precie.

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