jueves, 29 de marzo de 2018

DESDE EL ALMA



   Querida Isabella:
                               Te mando esta carta manuscrita, con sobre blanco y estampillas, certificada sino, no llega. Notarás la letra tembleque, es porque tengo una enfermedad del nombre de no sé quién, si del Médico que la descubrió o el enfermo que la padeció. Es casi seguro del miedo a la muerte, no existe idea más obsesiva para mí, que en cualquier momento me voy a morir y si después sigo temblando, yo me muero.
   No es un disparate, pero si lo es, por favor escribime. Un beso en cada mejilla y saludos para los que quedan, si no me contestás, sabré qué te pasó, nos pasará a todos.

   Queridísima Fátima:
                                    ¡Estoy viva! Es una rareza, sabés que no me ubico en tiempo y espacio. Tengo curiosidad, cuándo te conocí y dónde nos encontrábamos cuando sucedió? Mi memoria está perfecta, sé que sos mi querida Isabella, pero no me atreví a llamar y disculpá mi sinceridad, me dio miedo que estuvieras tocando el arpa. Soy tan mala para los presagios, que confundo si primero tenés que morirte vos o yo.
   A veces pienso que el tiempo hace que paseemos con abanicos, en vez de celulares y los jóvenes feliciten a nuestras Madres, por tener tan bellas Hijas. Por suerte, ambas no existen, porque ¡cómo nos jodieron la vida! No quiero ni pensar que nos jodan la muerte. Con respecto al espacio, te digo que caminar por el techo es fantástico, para atrapar arañas, sin plumero y tocar la panza de la luna, cuando está llena. Entre otras diversiones.
   Bueno, dejo aquí porque la espalda me está matando, muy irónico. Me voy a dormir a la pared, es donde mejor amanezco. Deseo que tus temblores no impidan que me respondas y continuemos nuestra amistad, en una relación epistolar.
                                            Te mando besos desde algún lugar que ni yo sé.

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