miércoles, 14 de marzo de 2018

ALCANZAME LA MEMORIA


   La bruma es el piloto de la memoria. Había una Enfermera que me daba servicios de niño, traía el desayuno, una tostada y un té lleno de vapor. 
—Esto está hirviendo, Alma, no lo podré tomar.
   Ella decía que no estaba caliente, era la bruma, me sacaba los mocos de la nariz, que aterrizaban en un pañuelo.
   Los Médicos pasaban diariamente, haciendo una sonrisa dibujada a mí y sosteniendo las mandíbulas con un: —Ejem…ejem…
    Nunca les preguntaba, me daban miedo. Prefería las respuestas de Alma: —¿No me podés decir cuántos días más tengo que estar?
   Ella contestaba, antes me bajaba el párpado inferior de los ojos, me hacía abrir grande la boca, tomaba la fiebre y hundía sus dedos suaves en toda mi barriga. —Para mí no tenés nada, tu Tía Cata pide que te quedes, hasta que se te vayan las ojeras. Ella tiene ojeras, tu primo tiene ojeras. No es de mala, los Médicos le dicen que necesitás un día, dos, una semana. Saben que la Sra Cata tiene mucho dinero y se aprovechan. Más tiempo permanecés acá, más plata le cobran.
   Me dio tos al enterarme. Les iba a contar a mi Tía y a mi primo, pero Alma me hizo jurar que no lo haga, porque la echarían del trabajo.
   Al día siguiente, Alma no me trajo el desayuno, debía estar en ayunas. —Hoy no hay bruma y la extraño. ¿Me van a poner muchas inyecciones, Alma?
   Ella me dijo que una sola y no iba a doler nada, porque la aguja era de seda, curaba todo. Y volvía a mi casa. Me parece que dijo casa, porque escuché: ca… y después vi que Alma estaba rodeada de bruma y se alejaba, la llamé para ir con ella, pero la bruma me tapó la voz…

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