miércoles, 7 de marzo de 2018

HUMAUACA


    A los doce, fueron en tren todos los alumnos de un Proyecto Experimental de Maestras Pedagogas, un Profesor de Educación Física y un Médico.
   Yo también fui, pero me sentía espectadora y no era de mi gusto andar con los grupos que se formaban con espontaneidad. Todos los compañeros recibían correspondencia semanal de sus padres. A mí no me escribían ni Pa ni Ma.
   Extrañaba tanto, que el Doc Rodén se sentaba en alguna piedra y aseguraba que mis padres me querían mucho y tal vez no escribían porque les temblaban las manos de emoción y no podían. Roque, el encargado de dirigir las caminatas, se enojaba conmigo porque decía que mis piernas iban por un lado, en una dirección y mi cabeza miraba a otro lado.
   Tenían dificultades para que me atuviera a las consignas y logré un menoscabo tácito de docentes y compañeros. Bordeando un cerro sin camino, caí en un colchón de cactus con espinas de todos los tamaños. Me pusieron en una zona lisa y con el equipo de adultos, sacaron tantas espinas que se hizo de noche. Armaron campamento, carpas de tres, mis compañeras eran insufribles, roncaban como caballos, mientras yo lloraba en silencio.
   Recorrimos la Quebrada, hasta el último pueblito. Todos querían seguir y yo quería un pronto regreso.
   Estaba mi viejo solo, esperando en la estación, me dio un beso en la frente. —Qué mugre, hija, te saludo con todo mi cariño después que te bañes.
   Mamá me lijó con bronca, porque el bebé lloraba. Papá me entregó la correspondencia, eran quince cartas escritas a máquina, mejor que no las recibí, la gente que uno quiere debe escribir manuscrito. Los sobres estaban atravesados con un sello que decía: “Dirección Desconocida.” Si esas cartas, hubieran llegado a tiempo, no habría sido un infierno.
   Editaron unos fascículos de Eudeba, relatando la experiencia y bien detallado, con nombre y apellido, no vaya a ser, describieron que el único caso de inadaptación fue el mío. Mis padres escondieron la revista y a los cincuenta años, la encontré en una bibliolimpieza, escondida, con olor a vergüenza.  

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