Los sábados,
Justa, la misma niñera que lo crió a Papá, me bañaba, me secaba, me ponía una
camisita con corbata y me peinaba bien tirante para un costado. Luego un
palmada en el trasero.
—Vaya, vaya a jugar. Pero sin ensuciarse, hasta la
esquina, nada más y vuelva a tomar leche Prima, tibia, con vainillas.
No había nenes
para jugar, en toda la cuadra, ni árboles de ramas bajas para trepar. Cerca de
la esquina salió una señora linda, con un sombrero de paja y una flor roja,
parada con un alambre. Me dio bronca porque me puse colorado. Me doy cuenta
porque se me calientan los cachetes.
No preguntó cuál era mi nombre, eso me gustó.
Se inclinó y me agarró la mano, decía: —Qué linda manito que tengo yo, chiquita
y bonita que Dios me dio.
—No Señora, me
la dio mi Mamá, que siempre dice que Dios no existe.
Preguntó si
quería ver una fuente con sapos, que tenía en un patio.
—Si son sapos de
mentirita, sí. Si no, no.
—Quedate
tranquilo, son de yeso.
La fuente era
muchísimo más grande que mi pileta y los sapos tenían la boca abierta y les
salía agua que mojaba unos ángeles de mentirita. Si eran de verdad, seguro que
volaban, les tiraban más agua que la que usa Justa para bañarme. Se escuchó un
timbre y otro y otro. La Señora dijo:
—No voy a abrir la puerta porque seguro
que te llevan.
Me dio miedo, la
Señora me encerró…ella dijo:
—Voy a atender, me vuelve loca tanto timbre.
Afuera estaba
Justa, con un Policía. —¿Ve Sr Policía? Esta loca secuestró al niño.
El Policía
retaba a la Sra del sombrero. Justa me llevó en brazos hasta mi casa. —Es la
última vez que lo dejo salir solo, le puede pasar cualquier cosa.
—¿Qué es
cualquier cosa?
Contestó: —Cualquier
cosa, es cualquier cosa.
No le entendí
nada, me dio lástima la Sra del sombrero, que el Policía la retara, si era
buenísima.
No entiendo por
qué Justa me trata de Ud, si soy chiquito…

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