Roberto Cazeneuve recomendaba a sus amigos:
—Si se casan
con cualquier mujer, aunque prometa el oro y el moro, será el comienzo de dejar
de ser hombres, a mí me ocurrió y recuperar mi hombría, llevó la mitad de mi
vida. La otra mitad la heredó ella, vendiéndola por moneditas.
—Roberto, vos
nos contaste que ella era generosidad en estado puro, te dejaba hacer los
mandados, limpiar toda la casa, cocinar mañana y noche, llevar los chicos a la
Escuela, lavar y planchar, barrer la vereda y pasarle la manguera. Ella salía
con sus amigas, renovaba su guardarropa, gustaba de viajar sola con tu hermano…
—Por todas esas
menudencias dejé de ser hombre, no me afeitaba porque no me salían pelos en la
cara. Ataba mi pelo con una gomita, para que no me molestara en las tareas y me
compré un uniforme de pollera, para no ensuciarme la ropa. Cuando tocaban el
timbre, por algún expediente atrasado, yo decía que el Señor no estaba.
—Escuchame,
Roberto, vos sos un tipo pintón, no se nota que sos más pobre que las ratas.
Agarrala de prepo a tu mujer, del pelo, viste que para ella los rulos son
sagrados, la llevás a la vereda y le decís que la barra, le eche agua y
secador. Cerrás tu casa con llave. Abrile la puerta con un canasto hasta el
tope de ropa sucia y ¨se va la segunda¨: “Lavá esa mugre, secala y planchala¨
Si no recuerda cómo se hace un huevo frito, tirale por la cabeza el libro de Doña
Petrona. Después fíjate, los dos últimos críos son el retrato de tu hermano
¿Cuánto hace que no te la cogés? Mi teoría es perfecta, está siempre de viaje
con él, por las fechas, son de él. Mandale los pibes a tu hermano y te sacás
dos pesos de encima.
—No te parece un
poco cruel?
—Para nada, fíjate
en el baño, te está creciendo la barba. Si ella trata de seducirte, sacale un
pasaje a Berisso y listo el pollo. No te jode más y así tu consejo se hace tan
real que si se te cruza una mina en la calle, le pegás una buena patada en el
culo.

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