lunes, 16 de abril de 2018

HOSPITAL FINES DE SEMANA CERRADO


   Si no soporto el dolor de una muela es sábado o domingo. Si con un cuchillo de cocina, me rebano cuatro dedos, es un sábado o domingo. Hago una poda de árbol, me caigo de la escalera, dos huesos partidos, un tobillo quebrado, es sábado o domingo.
    Desde niña, hasta mi vejez, que es el lugar donde me encuentro, todos los accidentes, ocurren los fines de semana. Si voy a una guardia hospitalaria, hay veinticinco personas antes que yo. Si voy a un Sanatorio, parece un lugar abandonado, una secretaria que no sabe dónde se encuentra el único Doctor que hace la Guardia de Emergencia. Puro circo, no hay Médico. Hoy desperté con un cocodrilo en el ojo. —Robert, no me mirás con la lupa, tengo un dolor terrible…
   Como para mí, todo es terrible, Robert no se apresura: —Lo tenés rojito, ponete Isis Lágrimas.
   El dolor continuaba, había una pasta transparente que recordaba que tenía anéstésico. —Robert, please, poné un poco, al menos que se duerma.
   Dijo: —Duchate, quiero comprar carne, miel y puchos.
   Yo prefería Clínica de Ojos, primero. El ojo me lloraba, como canilla abierta, pensé que pasaría y dije “sí”. Tardó quince minutos en la carnicería, veinte en la miel, cinco en los puchos. Cumplidas “sus” necesidades, porque yo carne no como, la miel actual no me la creo y dejé de fumar. Me puse loca: —¡¡Llevame a la Clínica, no ves que me muero de dolor, carajo!!
   Había una Secretaria, limando sus desagradables uñas rojas, mi ojo me mataba, mientras ella hablaba huevo, con un celular incrustado en la oreja. Me puso loca. —Buen día, tengo un elefante en el ojo, quiero un médico “ya” o el ojo se me cae al piso, me entendés?
   Me contesta con cara de: “Odio laburar el sábado”: —No se ponga así, lo busco a pie, nos cortaron el sistema.
Le llevó cuarenta minutos encontrar al Doc guardián. A su puerta llegué y hablaba de fútbol, con otro nabo. Me subió el deseo de matar, le golpeé la puerta: —¡¡¡Socorro Doc, se me sale el ojo!!!
   El amigo se fue con cara de fútbol veinte y el Doc, serio como bragueta que no se abre ni para mear, dice: —Tranquila, tranquila.
   Me ubica en ese lugar donde se apoyan el mentón y la frente. Me tira una luz, que pensé que era mi ojo frito. —Abra, suba, baje, izquierda, derecha.
   Corre el aparato de torturar : —Señora, no es un cuerpo extraño, ni una basurita, es una úlcera machaza, usted durmió con un ojo abierto.
   A pesar del dolor, me dio risa, le iba a explicar que yo incrusto mi ojo en la almohada y mis dormires histéricos, lo refriegan sin piedad ni conciencia. No había gasas, no había cremas, no había cinta adhesiva hipoalergénica.
   Escuchaba los pasos de él y los de la Secretaria limada, entraron a diez consultorios y siguieron con los del segundo piso, en el tercero encontraron los insumos. Me hizo el curetaje que me ocupó media cara y dijo: —Vení mañana, antes llamá porque la Secretaria de mañana no es la misma que la de hoy y la Dra que te vea, suele quedarse diez minutos, si nadie le avisa que hay algún paciente, se va.
   El trabajo del Doc resultó impeque. Paso por el escritorio de Lima Roja: —Va a tener que llamar antes once menos cuarto, suele llegar once, once y diez.
   Me dieron ganas de tirarle el celular en la pecera de atrás.
   —Mirá, yo mañana llamo a las diez, vos avisale a la Doctorcita esa, y le decís que hay una persona, que necesita atenderse diez y cuarto o la voy a buscar a su casa…
   Robert me agarró del brazo, le agradeció a la señoritinga y me dio su clase babilónica: 
—Debemos ser sociables, amables, tranquilos, civilizados.   
   Mañana si no me atiende en tiempo y forma, los vidrios de la Clínica de Ojos, recibirán adoquinazos en todo su frente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario