jueves, 12 de abril de 2018

OPORTUNIDAD


   Estoy en la puerta de casa. —Taxi!
   Se detiene, clava los frenos y empapa mi ropa de arriba abajo, pobrecitos los zapatos, se hundieron en el barro. El tachero dice:                                       
—Va a tener que dar la vuelta, las dos puertas de atrás cerraron para siempre.
   Di la vuelta y metí mi humanidad en el tacho de piso mojado, butaca mojada y dos ventanillas abiertas. —No se moleste, esas están abiertas y no hay forma…
   Dejé de escuchar su voz de chanta mal barajado, le di la dirección. El tipo, a esta altura, dejó de ser “Taxi”, “Chofer” o algún otro nombre más digno que “tipo.”
   Yo puteo por la lluvia y el tipo me deja en el lugar donde lo tomé. —¿¡Qué hacés!? -Le pregunto-.                                                 
   Me mira por el espejo ausente y dice: —Pensé que con semejante chaparrón, volvía a su casa.
   Él, con cara de piedra tandilina me dice: 
—Guarda que se puede quedar con la puerta en la mano, son cientoveinte pesos.
   —¿Vos que te pensás, me ves cara de estúpida?
   Abro la puerta y ésta se sale, intento colocarla y me queda medio piloto italiano, adentro, escucho: —¿Ves, boluda? Si me pagabas, no pasaba nada con tu indignación, ese arreglo te va a costar lo mismo que el viaje.
   Mi Mamá pregunta: —¿Cómo te fue? ¿Enganchaste algún muchacho?
   Tiene desesperación porque encuentre un tipo y me vaya de lo que ella considera, “su casa”. —Sí, quedamos en que mañana nos vemos, un tipazo, si vieras.

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