viernes, 27 de abril de 2018

EL ORIGEN



   Cuando ocupamos abajo era todo tan manso, que las brisas que entraban y las de afuera, acariciaban. El que nos alquilaba, no nos cobró más y con ojos cerrados, dijo que la parte de abajo era nuestra.
   Yamir y Cala son felices, todos vinieron de Turquía y sonríen, no se escuchan bombas lejanas, ni tiros cercanos. Yamir tiene dos hermanos sin esposas, aunque tienen ganas, Rimo y Travel eran seres que amaban el sol y sus adyacencias. Hubo un día de truenos y relámpagos, presagiando una lluvia de dos meses.
   Los cuatro habitantes de abajo advirtieron el auto viejo, del cual salieron seis personas erguidas, a pesar de la lluvia y los rayos. Bajaron maletones, tres roperos, una mesa con seis sillas enanas, cuatro lámparas, una heladera y varios sillones cómodos y discretos.
   —Entonces no era un auto, debió ser un camión.
   Cala fue la única que acertó: —Es un auto acamionado, le calculo unos treinta años.
   Yamir, que se creía el rey del mambo, corrió a darles la bienvenida. Toda la familia de abajo, ayudó en la mudanza, distribuyendo los muebles a su gusto. A la Señorita Kintach, le pareció una intromisión desmedida: —Les agradezco su buena voluntad. Nos gustan las camas en el centro del lugar, formando el mandala que nos representa, una estrella de seis puntas.
   —¿Duermen juntos?-Preguntó Travel, de chusma-.
   —Somos seis hermanos, dos mujeres y cuatro varones, vinimos de Corea, gracias a un Tío que nos regaló la parte de arriba del casón.
   No estaba previsto, pero sucedió. Rimo y Travel se esposaron a dos de las coreanas.
   Hubo problemas, los de arriba se hacían amigos de los de abajo y en los mejores acuerdos surgían discusiones peligrosas. Ambos grupos tenían familiaridad con la guerra. Entre las mujeres esas situaciones les hacían perder de vista, el lugar mágico en el que vivían.
   En medio de una trifulca, Rimo, que era un ser de escasas intervenciones, habló de corrido y con ceño liso: —Debemos intercambiar lugares, los de arriba que vivan temporadas abajo, en sus tiempos de arriba almorcemos juntos en el jardín común.
   A todos les pareció una putada, la propuesta, pidieron armamento a sus respectivos países, que compraron para quedarse con los retornos, elementos de última generación. Durante la madrugada, se cagaron a bombazos y los tiros baleaban lugares inexistentes. No quedó ningún sobreviviente.
   —¿Y la casona?
   —¿Qué casona?

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