—Hoy es la fiesta.-Dijo
Braulio sin entusiasmo-.
—¿Pensás
ir?-Preguntó su compañero con ávida curiosidad-.
Puso cara de
mártir: —He ahí la cuestión, si lo pienso no voy.
Siempre era así,
Roque necesitaba la opinión de Braulio, para decidir cómo proceder. Los dos
casados, con empleadas del local, como todos saben, no hay cosa que caliente
más, que el laburo.
Entraban al
local con los ojos pegados, antes que el dueño. Así evitaban burradas, que los
dejarían en la calle. Cuando llegaba Pascual, lo ponía de mal humor ver las
caras de ambas parejas. A veces agradecía, sin palabras.
A éstos, mejor
no mostrarles los dientes, porque se agrandan, soy el dueño, qué joder: —Chicos,
estuve pensando...-Cosa que nadie le creyó porque no tenía con qué-. La fiesta
que sea algo íntimo, los sanguchitos que los hagan las chicas, caseros y las
gaseosas sin alcohol, para no soltar las riendas del amor ni del odio. Ponemos
un mínimo no imponible de pesitos y la hacemos. Se dieron cuenta que éste
local, para la galería, no existe. Y la gente que viene, ni mira, ni compra, ni
pregunta algún precio, algo.
Braulio acota
con cara de “loser”: —Y encima nos ven tomando mate, siempre con la misma
pilcha. Les aseguro que los deprimidos, temen contagiarse y huyen.
La mujer de
Roque, con vos de pito, anoticia:
—Nos quieren aumentar el alquiler y bajar el sueldo.
El Jefe se toma
la cabeza: —Los van a echar y cierra la galería.
—¿Vos no te
incluís?-Ironiza Braulio-.
—¿Te vas a
quedar solito, con el negocio? Te pisaste solo.-Le guiña un ojo-.
Piensa Braulio: Como
todos sabemos, no hay cosa que caliente más que no laburar. La mujer de Roque,
transa con el Jefe. Se encuentran con el local vacío, le pintan los vidrios y
se ahorran el hotel.

No hay comentarios:
Publicar un comentario