Se mira en el
espejo. Deja al hombre preocupado. Admira su figura, su pelo perfecto teñido
color cuervo, la corbata de nudo, que impide a la sangre pasear por su cabeza.
Tiene privilegios ancestrales, saluda a su mujer con un beso repetido que ella
limpia con el dorso de la mano.
Es el dueño de
una empresa que encubre otras cinco y muchas más. Hace dinero con el fin de más
dinero. Nadie conoce su verdadero nombre, ni su cara, ni su casa. Tiene una
amante sueca que parece una muñeca inflable. Nunca le pide nada la sueca, pero
él la colma de regalos costosos.
El hombre llega
a su casa, tarde. Su mujer simula estar dormida, lo odia tanto como tanto lo
quiso en los principios. La casa está blindada, su auto está blindado, el piso
de la sueca está blindado. Desde que el gobierno le otorgó un cargo de
privilegio exigió que blindaran la oficina.
Una enorme
opresión le dio en el pecho, lo operaron de urgencia, era más que un infarto.
Los cirujanos, asombrados, descubrieron que aquel hombre no tenía corazón. Fue
el primer caso de muerte por corazón ausente. Los galenos declararon a la
prensa que el hombre murió por tener un corazón grande en demasía. Era mentir,
o quedar sin trabajo para siempre.

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