domingo, 4 de diciembre de 2022

A MANO

 

   Nunca fui un hombre de perfil bajo. Ni alto. Mi perfil es narigón y mentón en fuga. Tenía trabajos sin importancia fui boletero, cartero, verdulero, empleado público, ése fue el peor. Los trabajos son para poder pagar una cuasi bohardilla. Cuadernos rayados y biromes, escribía de noche. Llegaba al laburo semidormido, me encerraba en el baño, bajaba la tapa y recuperaba el sueño perdido. Soy una persona tan insignificante, tan evanescente, que me fundo en las paredes. Tuve un jefe perseguidor y yo era su punto de mira. Vivía entre sus cejas, el odio que me guardaba. Le dieron el traslado, el puesto quedó vacante. Hace seis años que nadie ocupa ese lugar. Es un regalo no tener jefe y ser el único empleado de nadie. Escribía mis textos durante horas de trabajo. Al llegar la noche sentía que esa negrura, permitía que lo hecho durante el día sufriera tantas tachaduras, al punto de no entender mi propia letra, ni guardaba memoria del tema.

   Me peleo conmigo y escribo un cuento de una sentada (lo dijo S.Schewblin), le acierto mejor. Soy de irme por las ramas, mi deseo es escribir lo que no se dice y en eso estoy. Escucho la voz de mi mujer que grita: “¡La plata no alcanza!” No sé en qué momento de mi escritura, apareció esta mujer, que seguro es mi mujer. Por suerte no me cortó nada. Sigo con mi próximo cuento “La mujer olvidada” Tengo el material a mano, la mano que aprieta su cuello y ella muerta sobre mis papeles.

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