Había un viejito, pura boina, esperando desde hacía una hora que lo atendieran.
Un Rapi Pago,
toda una ironía el nombre, por suerte estaba sentado y hablaba con él y con
nosotros que también hacíamos la fila. Hay una sola chica que atiende con una
paciencia envidiable, aceptó cuando le informaron que sería única ventanilla.
El viejito de la boina tenía una sola cuenta para pagar: “Gas”. Las personas de
la fila, en tiempos que nadie cede nada a nadie, llegaron a un tácito acuerdo,
le permitieron a él, que se iba porque tenía el cuerpo cansado, ser primero
para pagar.
Él se levantó
con mansedumbre y ojos celestes de niño iluminado, pagó su cuenta, dos minutos,
agradeció a la chica de la caja, al señor anterior y al otro, a la señora,
hasta llegar a nosotros. Con su bastón apoya-mentón, agradeció tanto que todos
le aceptamos, faltó poco para desearle feliz año nuevo y eso que estamos en
noviembre.
El custodio le
abrió la puerta, el viejito seguía agradeciendo, no le salían las palabras, era
sólo el movimiento de su boca.
Es tonto tal
vez, pero él hizo un reparto de tanto amor, que todos dejamos de protestar por
lo que nos roban, por lo que nos cobran y fuimos cabezas que pagamos con amor,
la injusticia sin pensarla.

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