—¿Vos a tus hijos los bañás diariamente?─preguntó una vecina que Carola hubiera querido que no existiera.
—De ningún modo!
El agua es un recurso no renovable. Mis hijos descubrieron una laguna de agua
dulce entre piedras antiquísimas, allí nos aseamos todos.
—¿Y en invierno?
La arpía chusma
quería saber:
—Igual sale
tibia, son aguas termales.
—¿Y no podríamos
ir nosotros?
—No –dijo Carola─
ustedes contaminarían el agua. Es sólo para cinco personas.
—Nosotros somos
limpios, ché.
—Permitime el
maleficio de la duda, te puedo contar. Cuando vinieron mis Abuelos, en este
lugar no había nadie y eran fantásticas las arboledas, los bosques, la tierra
negra se deshacía con las manos, ellos sembraban y todo crecía con gusto a
verdulería, no como la porquería que ahora llaman verdulería. Jamás tomábamos
leche, mis Abuelos sembraban soja y de allí derivaban los productos lácteos,
como el tofu, por ejemplo. La vida era bella como los amaneceres y los
atardeceres.
—¿Y? ─preguntó
la arpía chusma.
—Después fueron
apareciendo ustedes que se encargaron de convertir todo en un infierno. Se
reprodujo gente mala, de intenciones aviesas, jugando con sus vehículos y casas
a ver quién la tiene más grande. Por suerte o por dios, a veces son la misma
cosa. Nos mudamos a Uruguay, un predio que tiene 500 km a la redonda sin nadie
más que nosotros. Una cosa agradable es que no voy a estar con gente estúpida
como vos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario