—Si hacemos el viaje, la primera parte la dirijo yo, la segunda vos.¿D’accord? ─propuso Rasta.
—Sí, pero no te
pongas putito hablando en francés. ¿Te va?, no quiero Torre Eiffel, Sacre
Coeur, Arco del Triunfo. A mí me gustan los bajos fondos, la gente bizarra, los
bodegones.
—Bueno, lo que
quieras, pero yo voy primero, y dijiste que sí. Ahora bancame.
El pobre John
recorrió todos los museos de pintores, impresionistas, clásicos, barrocos.
Cuando un Dalí le hizo volar la cabeza, se sentó en un banco y pasaban ciento
veinte japoneses, con una traductora chillona, que le impedían ver nada. Con
Bacon le pasaron los japoneses y sintió inminente lo del peligro amarillo. ¡Cómo
turisteaban los oblicuos! Los alemanes muy salchicheros, con un terrible olor a
chivo. Los suizos le parecieron ideales para dormir la siesta. Los Países
Bajos, en general lo bajonearon. Cuando Rasta decía “Mirá esto”, “Mirá aquello”
o “No me digas que no es fantástico”, fantástico era una palabra detestable
para él.
Pasaron tres
meses:
—Ahora elijo yo,
dónde y el por qué, cada uno sabrá ─dijo John, gozoso.
Primer país,
Irlanda, tomaron cerveza hasta no poder decir basta. Rasta, que la iba de fino,
chupaba y después se cagaba a piñas con cualquiera.
John fue a
conocer Polonia, Rumania y Ucrania. Rasta lo siguió con rigor, por lo prometido
y porque no tenía un mango. Los tres países le hacían pasar del miedo al
asombro, los habitantes eran generosos notables. La última noche de John y
Rasta, la cerraron con desprecios mutuos:
—Yo con vos, no
viajo más.
—¿Y yo, que me
quedé sin guita y no te importó nada?
—¿Y la mina que
me encantó y me la birlaste? Porque me gustaba a mí, de competitivo, al final
sos un falso amigo, sos una mierda.
—Jamás iría con
vos ni a Berisso, juro.
—¿Y los
calzoncillos con relleno que me cagaste?
—¿Y los agujeros
de mis medias?
—¿Y cuando le
vomitaste a la Azafata en la cara?
Al año siguiente
se revirtió todo, eso ocurre y es bueno. Planificaron un viaje a China, Tai
Wan, Thailandia y Singapur.
El comentario
más destacado del viaje fue:
—Che, ¿estaremos
viejos? ¿viste que no nos peleamos nunca?

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