domingo, 17 de octubre de 2010

EL OMBLIGO DE INÉS

Inés tenía cara de yo me sé todo y una corte de boludos que le creían.
Puede que su forma de trabajo no la practicara como una forma de dominación, pero sus creyentes la seguían, escuchaban sus evaluaciones y hasta las ponían en práctica. Hubo una obra conjunta de diez esperanzas. Inés se encargó de evanescerla casi al hacerse cargo. Ella dijo que debía practicarse un aborto. No estaba en condiciones y excusas, excusas ¿Y para qué hacer creer tanto? Hay muchas Ineses y son parecidas, el aspecto de orfandad, el desaliño sincero, el estoy por, o cuando vaya a…

Inés quedó sola y no le importó una nada. Toda su vida fue solitaria, casi no sentía a los otros. Percibía latidos diferentes, colores ajenos, risas en otro idioma. Podía ser reina de repente o reclusa permanente. Robaba novios ajenos sin mediar intención alguna. Los hombres quedaban perdidos por Inés. Algunos dejaba pasar, por ejemplo los candidatos de dos o tres amigas. El resto era para amarlos y luego Inés les cobraba. Este método le capitalizó la vida con un piso alto, con terraza, árbol y pileta, en plena 9 de Julio. Una cabaña de maderas chinas, en una playa sola, de una isla sola, del Delta y su lugar de vida, una casa de piedra, incrustada en Sierra de La Ventana. En el techo de pasto se hamacaba a la hora de la siesta. Sola Inés.

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