sábado, 14 de mayo de 2022

DESDE LOS CINCO

 

   En la escuela hicieron un concurso, cada uno tenía que llevar su muñeco preferido. A mí me daba vergüenza porque era de percal, comprado en un almacén de ramos generales. Tenía la cara pintada a mano y fue un regalo del Abuelo para mi Madre. Lo tenía escondido, era un recuerdo y temía que nosotros lo descubriéramos.

   Nos daban un papelito con nuestros nombres escritos. Cuando lo abrí llevaba el nombre de otro, que no era yo. El muñeco que me tocó tenía olor a plástico nuevo, asco daba. Se lo quise cambiar por mi bicicleta.

   ─A mí me gusta más tu muñeco que la bicicleta.

   Llegué llorando a casa y le conté a mi Mamá. Fue corriendo hasta la Escuela. Habló con la Directora y le explicó lo del muñeco y su procedencia, está relleno con estopa y huele a campo.

   La Directora, que era una Señora correcta, se lo devolvió de inmediato. Mi Madre volvió y me lo regaló. Era de noche, durmió conmigo. Cuando desperté estaba sonriendo. Para él yo también era su preferido. Lo que no entendí fue el gesto. Si estaba pintado, ¿cómo hizo para sonreír?

   A lo mejor fue un milagro, aunque los milagros no existan. Lo escondía para que mis hermanos no lo descubrieran.

   Una amiga de mi Madre, sugirió el nombre de mi muñeco: Milagros.

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