miércoles, 4 de mayo de 2022
LA NOCHEBUENA DE CLARICE
Explotó una bomba en el subterráneo de
Londres, aunque comenzaron los gritos del dolor y el espanto, una chica de doce
años se prendió de mi saco. Sangraba por la cabeza y la nariz, tenía la boca
partida y unos ojos que suplicaban con pupilas dilatadas.
Estaba
haciendo una pasantía en Medicina. Tenía una cierta experiencia y la porté al
consultorio de mi casa. Realizamos los primeros auxilios con la ayuda de mi
Mujer. Le suturamos las heridas más importantes y usamos remedios para quitar
el dolor y aumentar la cicatrización.
El shock
fue más importante que las heridas. Quedó muda. En informes posteriores, nos
enteramos que sus Padres, habían muerto en el accidente. La adoptamos como hija
y llegamos a saber su nombre, por infinidad de investigaciones complicadas.
Se llamaba
Clarice. Mi Mujer, que diseñaba juegos didácticos artesanales, le hacía cubos
de colores, pájaros que volaban, puzzles de chocolate, marionetas y muñecos.
Sus diseños
se vendieron en toda Inglaterra. Llegó a pagar la mitad de nuestra casa.
Consultamos Psicólogos de niños, pero lo único que lograron, fue a Clarice
mirando todo el día por la ventana. Pasaron tres años, bajaba de peso, comía si
le daban cucharaditas en la boca. Creció en altura, pero seguía sin hablar nada.
Una
Nochebuena le regalamos un vestido de hada, con alas multicolores y tules
superpuestos. Le pusimos el paquete en sus manos y le pedimos que abriera la
caja. Clarice se puso el vestido alado y sonrió por primera vez. Dijo:
—Muchas
gracias, Papá y Mamá.
Nos
abrazamos los tres, emocionados.
Pidió que
le abriéramos la ventana y se arrojó hacia afuera. Nosotros pensamos lo peor,
pero Clarice nos sorprendió con sus alas enormes por el aire, hacía círculos y
piruetas. Cuando quiso entrar, cerró sus alas y se sentó en una silla del
comedor, tomando los cubiertos, preguntó:
—Mis
Queridos Padres, ¿Cuándo comemos? Tengo muchísimo hambre.
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