—Bien, Ud. dirá,
Alicia.
Lo ví tan seguro
de sí mismo, el retrato de Freud atrás de su sillón, era su vivo retrato, me
puse colorada. Como él permanecía en silencio se lo dije de una:
—Soy virgen y
tengo treinta y cinco años.
—Ahá, ahá, bueno
es un problema que usted misma puede revertir.
Me puse a
llorar, soy tonta, no tengo remedio, me alcanzó un pañuelo para una sola
lágrima, los que ofrecen los analistas, hartos de llantos femeninos.
—Debe haber algo
que tendremos que investigar ¿Cómo era Mami con usted, Alicia?
Éstos siempre
con el mismo verso, de Mami y Papi, ya me lo sé de memoria.
—Mi madre era
virgen, muy buena y generosa.
Ahora me
interrumpe, tal cual:
—¿Cómo que su
Mami era virgen? ¿Y su padre qué opinaba al respecto?
No le podía ver
los ojos, porque usaba anteojos culo de botella, no tenía otra que dirigirme a
los culo de botella.
—Mi Papá no
opinaba, él también era casto.
Como el Doc no decía nada, menos que nada, seguí mi
relato:
—Ellos me
contaron que yo nací sola, por obra y gracia del Espíritu Santo, siempre deseé
conocer al Espíritu Santo, después de todo era mi padre. También me dijeron que
él estaba en el cielo, en la tierra y en todo lugar. Revisé todos los placares,
debajo de la cama, los muebles de la casa, dí vuelta la tierra del jardín y nada.
Subí a la terraza de noche y allí tampoco estaba. Me cortó de nuevo, le gustó
mi cuento.
—Dígame Alicia,
¿Usted lo extraña?
—Doctor, eso es
el pasado, yo lo que quiero es dejar de ser virgen y pensé que usted me
ayudaría.
Me miró
peripléjico:
—Es usted joven,
ya va a aparecer alguien, vamos a ir viendo.
Pensar que éste
estudió, cómo sería si no.
—Mire Doc, yo
quiero que usted rompa mi virginidad, soy directa, asuma su responsabilidad
profesional, acá tenemos un buen sillón, sé que usted está bien dotado, vio
como son los pueblos, finalmente se conoce el tamaño de todo. Me voy sacando la
ropa y empiece de una vez. Acérquese, yo lo desvisto, rápido, que llega el fin
de mi sesión.
Un encanto el
Doc, quedó plenamente satisfecho y aumentó mis sesiones a dos veces por semana.
Hace poco propuso que viviéramos juntos. Le dije que necesitaba pensarlo, al
menos seis o siete sesiones más.
Hay que crear un
poco de misterio, sobre todo con éstos, que se creen que se las saben todas.
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