Esta mañana me
desperté, con muchas ganas de acostarme a dormir. Hoy nos reunimos con las
chicas en un restaurante, que es caro y se come nouvelle cuisine, que viene de
poco. Tiene separadores con la otra gente. Se escucha todo, pero no importa, es
divertido escuchar a matrimonios, parejas, amantes, colegas. Cuando dejan sus
celulares y se comunican primero despacio, pero al final de las botellas,
levantan la voz. Celina llega primera, después las demás. Última y demacrada,
no me da por el make up.
—Pensábamos que
ya no venías y nos extrañó, porque vos, Chiqui, no tenés problema, en dos
minutos estás lista.
Después de
escuchar boludeces, les leía la boca, para salvarme del sonido. Hoy es 25 de
Mayo y soy la abanderada, se me fue de la cabeza, debo tener un microagujero,
por donde pierdo la memoria. Llegué cuando estaban todos formados. Crucé
corriendo hasta la bandera y la pude izar. Un viento, que primero sopló
despacio y después se escucharon los truenos. Cayó en la cabeza de la
Directora, el mástil con su punta de metal. Se partió en dos. La punta la tenía
clavada en el rodete y con la bandera se envolvió.
Cantamos la
última estrofa del Himno, casi ni se escuchaba. Dieron por terminado el festejo
y desalojaron la Escuela. La bandera se tiñó de rojo, pero la Directora
permanecía de pie, con la punta en la cabeza y un geiser que expulsaba sangre.
Llegué última y me fui primera. No quise mirar el desastre. Me gustaría saber
qué se festeja. Los maravillosos Gobiernos que tenemos, tuvimos y tendremos.
Un pueblo tan
cobarde, que siempre aplaudió la muerte. El exitismo que presta a sus líderes,
que son los reyes de los robos. Los que no dejan estudiar a los jóvenes,
prefiriendo que sirvan mesas.
Una manga de
delincuentes con corbata, que nos sigue dejando en bolas. ¡Qué carajo festejan!
My God.
Será por eso que
esta mañana, me desperté con ganas de acostarme a dormir.
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