domingo, 1 de mayo de 2022

GUEDEJAS

 

   Cuando nació mi bebé, tenía cajas preparadas con ropa tejida, lana o algodón y mantas hechas por mi Madre, sus hermanas y mis Abuelas. Eso que se dice que los niños cuando nacen traen un pan bajo el brazo, mi pobre bebé trajo deudas.

   No encontramos otra opción que pagaran los Abuelos encantados. Nosotros humillados. En mi primer salida sola encontré una toalla blanca con bordecitos rojos y la capucha con gatos bordados a mano. Cuando terminaba de bañarlo lo envolvía en esa toalla y lo depositaba en el moisés. Él amaba los gatitos de la capucha y cuando la quitaba, no paraba de llorar. Eran bastantes molestos sus berrinches y terminó usada de sábana.

   El bebé creció y la toalla fue descartada y odiada por mí. La escondí para no verla más. Tenía celos de ese trapo. Un día haciendo limpieza, la encontré y la transformé. Se fue deshilachando, alguna vez la remendaba, luego me cansé y dejé que el tiempo hiciera lo que quisiera. Cuando mi hijo cumplió 36 años, la toalla era una guedeja. La puse en el lavarropas y luego del secarropas la planché.

   Quedó perfecta, hice trencitas a las guedejas y reparé a los gatitos bordados. La usaba como cuello de cualquier vestido. Muchas veces dormí con el vestido puesto, no me podía separar.

   El día que hicimos un asado se me quemó. La hice un bollo y la tiré a la mierda.

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