jueves, 12 de enero de 2023

QUE SE CALLE , YA ESTÁ

 

   Es como esas cosas que no queremos desprendernos. Vaya a saber qué mandatos me obligan a tenerlo aquí, entre nosotros.

   O tal vez, las campanadas de la Iglesia, en lo de mi Abuela, sea un recuerdo entrañable de mi infancia.

   Había una ceremonia que nos encantaba a los chicos. La hora de darle cuerda con esa llavecita minúscula, el poder de los ojos de mi Abuelo sobre las agujas. El grandioso privilegio de dos vueltas y media.

   Con el paso del tiempo y las muertes sucesivas, el reloj, vino a vivir a mi cocina. A veces el tic tac me parecía alto y las campanadas llegaron a taladrar mis oídos.

   Se rompió en dos oportunidades. La última vez nos dijeron que el reloj no iba más. Si preferíamos cambiarle su máquina.

   —No, gracias.

   El reloj se fue al living. No molesta que haya callado. Su silencio me recuerda esos viejos solos, de algunas plazas.

   Se mantienen ahí, no necesitan correr más… Sólo esperar.

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