jueves, 26 de enero de 2023

¡AYUDA!

 

   Siempre tuve miedo de quedarme encerrada en un ascensor. Y al final sucedió. Éramos cinco personas. Metálicos el techo y las paredes. Un bunker hermético, donde se escuchaba la respiración de todos.

   Había un viejito que nos tranquilizaba:

   —A mí me pasó muchas veces y traté de poner mis pensamientos en positivo. Después de todo uno se puede morir de cualquier cosa, pero de ascensor no se muere nadie.

   —Pero estamos en el piso veinte, ¿si se descuelga y nos caemos?

   Primero pedimos socorro, después gritamos, de afuera nadie contestaba.

   —Es que son todas oficinas, estamos trabados hace más de dos horas, se deben haber ido todos los empleados—dijo alguno.

   Había un Custodio armado y en la desesperación de una chica a punto de dar a luz, le dijo:

   —Haga algo, si es Custodio y armado, aunque sea péguele un tiro a los botones.

   —¡¡No!! —dijeron varios.

   —¿Y si matamos una persona que esté dando vueltas en los pasillos? —respondió el Custodio— nos podemos sentar en el piso y esperar, en algún momento va a funcionar.

   Empezaron las contracciones de la chica embarazada. El Viejito había sido obstetra, pero estaba jubilado:

   —Sé muy bien cómo hacerlo, júntense todos en el rincón, necesito espacio y alguien que le sostenga la espalda. Yo me ocupo del resto. Le pido, Señora, que no guarde su respiración en la garganta, llévela hacia la pancita. Tiene una dilatación considerable. Necesito dos cordones, todos los pañuelos que puedan juntar, limpios por favor. ¿Alguien tiene alcohol o cualquier elemento para desinfectar?

   Yo le sostuve una mano, me arañó, me mordió y de su boca salieron sapos y culebras. De pronto el Viejito dijo con voz firme:

   —En el último pujo asomó la cabecita y el resto salió como en un tobogán.

   El Custodio le tomó las piernas y boca abajo dio su primer llanto. Se lo pusieron sobre un pecho mientras ataban el cordón umbilical con cordones de zapatos, lo cortaron por el medio con una navaja oportuna.

   Después salió la placenta, una Señora sacó una bolsa de nylon y la depositó ahí:

   —Esto se lo vamos a entregar a los Médicos, dicen que es muy útil.

   La chica lloraba y se reía al mismo tiempo, era un bebé perfecto. La chica me pidió perdón por haber estrujado mi mano.

   —Por ahora no hables, tenés que descansar.

   Tiramos todos nuestros abrigos en el piso para hacer de colchón. Nos emocionamos, menos un chico que le dio un ataque de pánico. El Viejito le puso una pastilla para que se durmiera y se dejara de joder.

   Dicen que los bebés traen un pan abajo del brazo, este bebé nos regaló la apertura del ascensor. Antes de subir a la Ambulancia la Mamá me tomó del brazo mientras decía:

   —No te vayas, no me dejes.

   Subí a la Ambulancia con ella y le deposité un beso en la frente.

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