—Perdí la
cabeza, Doctora, por eso pedí turno cuanto antes, aunque me dieron para seis
meses después. ¿Sabe lo que es andar sin cabeza seis meses?
—No sé, Dora
¿por qué no me cuenta?
—No sé si como,
si duermo, si me bañé, si cobré, dónde está la ropa ¿Qué quiere decir boldo? Le
puedo asegurar que perder la cabeza es como dejar de ser. Y no sé dónde quedó.
Ya pregunté en cafés, negocios, vecinos. Nadie vio mi cabeza.
—¿Buscó bien en
su casa, debajo o dentro de algún mueble? ¿En la cocina, dentro de alguna
charola?, tiene que aparecer. ¿Cuándo fue la última vez que la tenía puesta,
Dora?
—Doctora, cuando
conocí mi último novio, perdí la cabeza, él me besó en la boca, o sea que
todavía la tenía. No lo creo capaz de irse con mi cabeza sin el resto.
—Perdone, Dora,
pero suena el teléfono y como prescindimos de todas las Secretarias, debo
atender yo.
—Dora, tengo
excelentes noticias para usted, apareció su cabeza. Se la llevó una paciente
que perdió la cabeza. La familia tuvo a bien devolverla. A ver, póngasela.
—¡Ay, Doctora, tengo veinte años menos y qué
ojazos, no me recordaba tan joven y agraciada. Bueno, como dice usted, Doctora,
“Nos vemos el miércoles”.
Pasaron dos
semanas y Dora no apareció. Llamó la Doctora a su paciente:
—Hola Dora,
¿cómo se siente?
—Más bella que
nunca ¿A qué debo el placer de su llamada?
—Mire Dora,
llamó la familia de la chica que devolvió la cabeza. Hubo una confusión, ella
se quedó con la suya y usted con la de ella.
—De ninguna
manera Doctora, si la chica perdió la cabeza, que la busque, como hice yo.

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