sábado, 6 de mayo de 2017

¿NADIE LOS VIÓ?


   A las siete de la mañana bajaba a la plaza, con un grueso guante de cuero, que le tapaba desde el codo hasta la mitad de la mano. Llevaba un animal de plumas abundantes, negro noche y un pico rapaz pronunciado. Un halcón con garras que se tenían del guante de ella. Lo había domesticado, no agredía a nadie y tenía un estar plácido.
   Un chico, que había observado la pareja, ella y el pajarón, desde su edificio. Les salió al cruce 
—Hola, vivo enfrente y siempre veo un pájaro más grande que su dueña ¿lo puedo tocar?
   Intentó acercar sus dedos a la cabeza, el animal abrió las alas haciendo sombra al sol y puso una garra en cada ojo. El chico se tenía los ojos con sus palmas. Fue al Hospital, el halcón se llevó sus ojos. La chica masticaba chicle y decía que el pájaro lo hizo por celos.
   Lo trasladaron a Quebec, para recibir dos trasplantes de ojos. Hasta le llevaron muestras auditivas de color para que eligiera por nombre. Los Azules de Ultramar le parecieron ideales.
   La chica lo acompañó hasta su recuperación.
   Los médicos autorizaron su partida. Ella lo llevó en taxi, hasta el lugar que pudo alquilar. Ni bien entró y vio al pájaro encima del aparador le pareció una pesadilla. —Tranquilo, le corté las alas, le extrajeron las garras y no tiene más pico.
   Le preguntó por los ojos que le arrancó su halcón. —Me los llevé a casa, los herví cuatro minutos, los escurrí, quedaron como aceitunas, le preparé un peceto mechado con tus ojos. Se lo devoró. Sobró algo, si querés verlo?
   No pude creer lo que escuché —¿Ahora viene la parte donde me pedís que lo pruebe?
   La vi arriba del aparador, abrazada al asesino de ojos.
   Tenía miedo que la matara. ¡Mirá si voy a gastar pólvora en halcones!
                                                          

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