martes, 23 de mayo de 2017

…QUEDA EN VIRREY DEL PINO, EN BELGRANO…


   —Usted me pregunta por mi hermana, si yo no vine a hablar de ella. Le cuento de mis viejos, cómo me maltrataron, me subestimaron, me quitaron la autoestima y pregunta por mi hermana, no le entiendo nada.
   —¿Porqué le enoja tanto, Paca? Ustedes son una familia unida, si no le escuché mal, pero sus padres, también son los de su hermana… Entonces, me gustaría que hable de su relación con ella, más allá de cómo fue tratada usted por sus padres.
   —Pipa siempre fue una cobarde resignada, ella pasó lo mismo que yo, fue maltratada, sojuzgada, pisoteada. Peor que yo, es tan sumisa, tarada diría yo, que no quiere hacer terapia, me manda a mí y después pide que le cuente.
   —Entonces su hermana también sufre la misma problemática que usted, con respecto a sus padres.
   —Somos una familia unida, pero no por: ¡hiupiii! Sino por el sufrimiento que ellos nos provocan, desde que nos acordamos.
   —¿Y cuál es el primer recuerdo que usted tiene de sus padres y de Pipa?
   —Cuando me hacía encima, la ligaba Pipa y viceversa. Mi padre nos pegaba con un cinturón que parecía de fuego. Pis, cinco latigazos a cada una. Caca, diez. Yo no decía nada, no quería darles el gusto de verme llorar. Pipa hasta pedía perdón en su nombre y en el mío. Es tonta, pero de chica ya era generosa. 
   Después vino la escuela, el secundario y recibidas ambas. Quise seguir derecho, abogada, el derecho civil me gustaba. Pipa quiso ser piloto de avión, no pertenecer a aeronáutica, piloto civil. Mi padre se puso verde al enterarse, nos metió en un avión y nos mandó a Misiones, a casa de unos parientes raros, la tía era policía y el tío comisario. Una familia muy temida, en el pueblo.    A nosotras nadie nos hablaba, sólo miraban con pena cuando vino mi viejo a buscarnos, con el uniforme de aeronáutica. Nos saludó con un coscorrón en la cabeza a cada una y una patada en, disculpe, en el culo. Por todo lo que habríamos hecho de malo. Mis tíos le gritaron, que nos habíamos comportado como presas de buena conducta. No sé si ve Doc, lo que le cuento, mis propios tíos nos trataban de reclusas. Y en vez de evitar, que nos pegase, le gritaron algo de la buena conducta.
   Mi viejo se enojó con sus parientes por metiches y volvimos en un avión del ejército. Se movía mucho y nosotros vomitábamos. Allí, veinte latigazos en pleno vuelo, a mi hermana y a mí.
   —¿Y su madre, mientras tanto, qué hacía?
   —Mi madre en general, ni nos miraba, en las comidas nos tiraba los platos como naipes y nos servía poquito. Ellos repetían sus platos como tres veces y nos mandaban a dormir sin postre y sin televisión. ¿Qué me dice Doc? Todavía estamos ahí, como un círculo vicioso, Pipa y yo, sin hablar con nadie, ni por teléfono. Para que seamos chicas decentes, dicen y mi madre con cara de asco, arranca las hortensias del jardín, para que nos casemos pronto. Lo dice con odio, las dos nos damos cuenta. Bueno, le conté todo, Psi, dígame algo, antes de la próxima sesión, hablé todo yo. ¿Qué tenemos que hacer Doc? Perdón, ¿Qué tengo que hacer Doc?
   —Voy a ser directo, salgan subrepticiamente de su casa, lleven alguna muda en sus mochilas y pidan asilo político en la Embajada de Cuba.
   —Lo que no entiendo, Doc. ¿Porqué en la Embajada esa?
   —Porque me parecen dos zurditas de mierda.
                                           

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