Escribir un
cuento por día y subirlo a las 24 hs, hasta sábados, domingos y fiestas de
guardar, encontrar palabras para definir una historia que atrape al supuesto
lector, cansa y da placer cuando uno encuentra algo que por fin no es
recurrente. Adjetivos que califiquen mucho con nada, al pobre sustantivo. Me
gustaría tener un imaginario cosmogónico que viva en mi pequeña cabecita de
rata. Mis personajes se enojan de hacer señoras abandonadas, o qué sola es la
soledad, traiciones, maldiciones, ternuras, amores, lugares, odios, armonías,
cuchillos.
No me gustan los
concursos ni la tonta ambición de ser publicada. O que algún descerebrado elogie mi trabajo. Le
agradezco a dios (aunque sea atea, cuando lo necesito lo invoco) que haya
inventado el papel y la birome.
Hoy me sacaron
dos dientes, tengo ocho facturas vencidas, hay treinta goteras, las conté, el jardín
me está comiendo la casa.
Había pensado
hacer algún absurdo con Blanca Nieves y los Siete Enanitos.
Después de la
anestesia, da sueño ¿Será eso?
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