jueves, 4 de mayo de 2017

LIBERTAD ANTIPSI


   Me da aprensión volverla a la vida, es mi obligación. Respira sola, está conectada, por eso brazos y pies atados. Cuando despertara había que estar preparados: mordía, arañaba, tenía una fuerza salvaje, sostenida por un diagnóstico sin solución. El Dr fue el primero que la vio, ella sonreía inocente y clara como el alba.
   Sus ataques eran repentinos, podía estar departiendo con cualquiera en estado alfa y empezaba por romper la vajilla y comerse al que tenía enfrente. Le daban sedantes potentes, necesitaban camas y la mandaron a su casa con una Acompañante Terapéutica, no funcionó, los mordiscos y arañazos hicieron que la Acompañante renunciara. Se corrió la voz y nadie quiso tomar ese trabajo. A excepción de un Antipsi que aseguró la curaría en un 40%. No tenían sesiones, él la dejaba a su aire, comía en el plato del gato, tomaba agua del inodoro, dormía en la alfombra. —¡David, vení pronto! Tengo pesadillas y no se quieren ir.
   De inmediato se hacía presente el Antipsi 
—Venga, venga, se va a dormir en mi regazo, mientras le canto el Arrorró.
   Le encantó que David le enseñara a caminar en cuatro patas, aprendió rápido. David le vendó las tetas y aprovechó la cantidad de pelo de ella para que pasara como un perro, bordearon el mar. La llevó con collar, bozal y cadena. No quería volver a su casa, le mordió el meñique al Antipsi, hasta quedarse con el dedito en la boca. David se encerró en la casa.
   —De afuera se escuchaban los ladridos, estaba convencida que era una perra y era una perra que se llevó mi dedo. Me armé de valor y salí, miré hacia el mar, ahí andaba la loca, entre los médanos, la dejé, es conveniente que los pacientes vayan a dónde quieran. Éste fue un caso, yo vivo en la regia casa de ella y ella en la casilla del perro. 
                                                   

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