lunes, 8 de mayo de 2017

DETRÁS, DETRÁS


   Sus posesiones eran, un colchón, una mesa y una biblioteca que cubría cuatro paredes. Habiendo sólo espacio para la puerta y la ventana. El equipo de mate lo olvidó el inquilino anterior. Un rayo de sol daba en un rincón de la biblioteca. Chufo hizo un esfuerzo y llegó con su brazo a otras fila de libros antiguos de hojas amarillentas. Le interesaron todos. Quitó sus libros y emprendió la lectura, 2° fila. Hasta no terminar la última hoja del último libro, tres años de su vida le llevó leer lo que allí había, 3° fila. El sol iluminó una 4° fila de libros, encuadernados a mano. Pertenecían al mejor novelista, cuentista, cantautor de todos los tiempos: Anónimo. Chufo lo conoció, dice que era alto, flaco y no hacía otra cosa que escribir.
   No le gustaba la fama. —Anónimo!
   Lo llamó el dueño del Bar. —Mire, tengo varios ejemplares de su autoría y me complacería que los dedique.
   Anónimo dedicó los ciento veinte ejemplares que tenía el dueño del Bar.
   Chufo tardó dos décadas en leer al autor Anónimo. Cuando terminó la última página del último libro, olvidó que los libros no dejaron espacio ni para darse vuelta. Puerta y ventana dejaron de existir. Chufo respiraba por un agujero que le señalaba el sol. Apareció gente de la Universidad, que lo liberó. Fue invitado a dar una charla sobre el polifacético Anónimo y en qué rincón del mundo vivía. —Esa respuesta sería inapropiada, él prefiere el anonimato. Ganarse ese lugar, le llevó toda la vida.
                                                        

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