Tercer grado,
jugando a los ladrones. No al vigilante y al ladrón. Acá, vigilantes no había.
Los chicos se
dividían en bandas y elaboraban acciones, hacia el final ganaba el que más
había robado. También colaboraban para encontrar el botín. Traían de sus casas
muñecos viejos, tazas sin asa, platos
rajados y demás porquerías. Un día el más bajito, enjuto, panza desnutrida ganó
el Primer Premio al “Ladri”, robó hasta un tupper rajado y la cartera de la Seño,
que se brotó mal y comenzó a darles carterazos a todos, volaron sus documentos,
billetera y hasta monedas.
Al siguiente
día, la Madre del “enjuto” esperaba a la Maestra a la salida —¿Ud qué se
piensa? ¿Qué le va a pegar así a mi hijo y se la va a llevar de arriba?
Le dio con una
fusta y hasta que no desmayó, no dejó de latiguear. Ni la miró, hizo upa al “enjuto”,
que miraba con ojos de cielo.
La Seño curó los
hematomas en su casa. Fueron todos sus alumnos a visitarla, el “enjuto” entró
primero y corrió a darle un beso con mocos, le puso dos bolsas de hielo en la
cabeza y a los demás les hacía —Shshsh!!
Cuando la Seño
retomó sus clases, los chicos tenían los delantales limpios, había tizas de
colores, borradores experdidos.
Al mes los
chicos decidieron recomenzar sus actividades latrocidas. Esta vez los ganadores
fueron los mellizos. Nadie tocó la cartera de la Seño. Ella entró enojada —¿Por
qué vuelven a lo de antes? ¿Eh?
Hizo un silencio —Ud
enseña muy bien, nos deja tiempo para ejercitarnos en nuestra futura profesión,
que será robar. De eso, viviremos nosotros y nuestras flías y con la
competencia que tendremos, es mejor estar preparados.
Otro dijo —Seño,
no hay trabajo y menos para nosotros.
Ella miró su
calzado sin mediasuela, recordó sus sueldos sin cobrar y el auto que
funcionaba, ahora oxidado sobre cuatro ruedas desinfladas para siempre.
Pensó y pensó,
no tenía nada para oponer a la situación de juego-verdad de los chicos.
—Tengo algo para
decirles: Los quiero mucho, hasta el cielo, ida y vuelta muchas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario