viernes, 4 de agosto de 2017

ATÁVICO

                            
   Viven juntos, hace poco, él trabaja diez horas, ella también. Se ven de noche, cansados, agotados, ni fuerzas para hacer el amor, intentan un hijo. Ella piensa en el domingo libre y allí sucede, se muerden, se amasijan, se convencen, se arañan, se pelean y arremeten, todo está permitido en el amor.
   Se comparte con otros la comida, los mates, el calor, el frío, pero no el amor, el amor no. El lunes los números reemplazan las palabras. Viene la noche, él y ella miran el techo, las goteras no duermen, los sumerge en un insomnio atávico.
   —Pudimos pagar todo ¡Qué alivio!
   —Querida, empieza mañana el nuevo mes. Y la condena del Mito de Sísifo.
   —Mañana es domingo, lo haremos todo el día, si es posible. Hay que comer con prudencia. Así la siesta duerme sola.
   —La buena vecina me regaló un almohadón bordado con corazones, dijo que lo pusiera bajo el coxis, óvulos y espermas se atropellan, se juntan.
   —Te recuerdo que el amor no se comparte, menos con la buena vecina.
   —Ella trata de ayudar, con su historia de nueve partos y yo acepto sus consejos con puntillas, por anciana y entrañable.
   Llegó el domingo lloviendo, fue providencial, no hay yerba, se muerden, se amasijan, se convencen.
   La buena vecina partió a Italia, así de anciana, a conocer sus nietos y los nietos de sus nietos.
   Les regaló la casa sin goteras. Él observó la panza cervecera de ella.
   —No tomes tanta birra.
   —No es birra, es niño.
                                                    

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