lunes, 28 de agosto de 2017

EL ALBAÑIL


   —Movía el agua con la mano.
   —No, el agua movía su mano.
   —¿Y quién le puso cemento al piso del tanque?
   —Un albañil que se reía de nosotros, estirábamos el cemento con los pies.
   —Vos eras más chico que yo, Miguel hizo la mezcla, cubrió el piso y nos estampó las manos, igual que los actores de Estadosumidos.
   —Mirá! Viene para acá, nunca la vi con vestido negro, a Miguel le habría gustado rojo.
   Ni Cuchi, ni Tomás abandonaron su charla porque ella se hubiera sentado al lado.
   Cuchi la tomó del brazo. —Venga, Madre, el tanque vacío y las huellas de nuestras manos siguen ahí.
   La madre enrolló su pollera y se metió, besó las improntas y preguntó: —¿Y las de Miguel?
   Le dijeron que él no quiso, porque ya era mayor.
   —Este Miguel, miren las cosas que dice, siempre fue agrandado. Espero que la alemana esa lo trate bien. En la foto los veo felices, igual hay gente que pone cara para la foto.
   —Pero mire, Madre, se dan besos y nos sonríen, además están lejos, Madre, no fingen, lo aseguro.
   Tomás, metiche mala onda dijo con naturaleza natural: —Miguel va a estar cada vez más lejos, tanto que nos vamos a olvidar. Madre, ¿Por qué no hecha a los parientes llorones y apaga los velones? Ya está, Madre, haga de cuenta que Miguel nunca existió...
                                                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario