Llegó de India
con una experiencia práctica de medio siglo. Sabios maestros lo consagraron
diestro alumno y pródigo masajista. Era nacido en Villa Rasqueta (Argentina).
Retornó a su país Lito Salami, tal era su nombre. Le pareció grasa y lo modificó
por Narak Amul. Se instaló en un geriátrico abandonado tras un reciclado donde
todo provenía de India. Repartió camillas de varias dimensiones, torneadas por
ebanistas del Siglo XV. Un tatame de minúsculas estrellas cubría los pisos. La
casa por fuera tenía aires de Taj Mahal. Las clientas que atendía, se daban
aires hablando de París como si quedara acá a la vuelta y costara dos mangos el
pasaje. A las pretenciosas, Narak Amul, les hacía masajes violentos, la
relajación consistía en un prensado que caía con lentitud del techo. Las dejaba
chatas y en estado de gracia, cobraba cifras Lacanianas. Se puso de moda.
No había tilinga
que no necesitara masajes diarios, una en especial, llamada Martirio. En este
caso Narak Amul procedía con cautela, recorría su cuerpo con la yema de los
dedos, deteniendo su marcha en las zonas pudendas, a pesar de Martirio. —Narak,
siga nomás, mi cuerpo necesita masajes sin dejar lugares libres.
—Martirio, no
olvide inhalar y exhalar, así advierto la conclusión de mi trabajo.
Cuando la
exhalación de Martirio se extendía con cuatro minutos y medio de gemidos, Narak
Amul retiraba sus dígitos, eran besados por Martirio con efusión y respeto.
Tenía otra paciente, Marga, que contaba cosas de su vida privada. —Marga, esto
no es una peluquería, aquí sólo se respira y se deja hacer al Maestro.
Obedeció a
Narak. Retornó a su casa con levitación y alevosía. Dijo a Michael, su marido,
que deseaba la separación definitiva.
—¿Por qué, Marga, ya no te intereso?
—Michael, las películas pochocleras te
interesan más que yo, encontré un imponderable reemplazo, el mejor Masajista de
India, Chaco y todas las mesas que faltan escrutar.
Michael y sus
amigos se anotaron en la promoción que ofertó Narak. Salían de los masajes con
ojos de vaca ausente. Hubo un detalle que todos pasaron por alto, hasta los
desconocidos. Sus voces graves se aflautaron, caminaban con brazos quebrados en
los codos y manos que giraban como locas de contentas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario