sábado, 19 de agosto de 2017

TITO SALAMI ALIAS NARAK AMUL


   Llegó de India con una experiencia práctica de medio siglo. Sabios maestros lo consagraron diestro alumno y pródigo masajista. Era nacido en Villa Rasqueta (Argentina). Retornó a su país Lito Salami, tal era su nombre. Le pareció grasa y lo modificó por Narak Amul. Se instaló en un geriátrico abandonado tras un reciclado donde todo provenía de India. Repartió camillas de varias dimensiones, torneadas por ebanistas del Siglo XV. Un tatame de minúsculas estrellas cubría los pisos. La casa por fuera tenía aires de Taj Mahal. Las clientas que atendía, se daban aires hablando de París como si quedara acá a la vuelta y costara dos mangos el pasaje. A las pretenciosas, Narak Amul, les hacía masajes violentos, la relajación consistía en un prensado que caía con lentitud del techo. Las dejaba chatas y en estado de gracia, cobraba cifras Lacanianas. Se puso de moda.
   No había tilinga que no necesitara masajes diarios, una en especial, llamada Martirio. En este caso Narak Amul procedía con cautela, recorría su cuerpo con la yema de los dedos, deteniendo su marcha en las zonas pudendas, a pesar de Martirio. —Narak, siga nomás, mi cuerpo necesita masajes sin dejar lugares libres.
   —Martirio, no olvide inhalar y exhalar, así advierto la conclusión de mi trabajo.
   Cuando la exhalación de Martirio se extendía con cuatro minutos y medio de gemidos, Narak Amul retiraba sus dígitos, eran besados por Martirio con efusión y respeto. Tenía otra paciente, Marga, que contaba cosas de su vida privada. —Marga, esto no es una peluquería, aquí sólo se respira y se deja hacer al Maestro.
   Obedeció a Narak. Retornó a su casa con levitación y alevosía. Dijo a Michael, su marido, que deseaba la separación definitiva.
    —¿Por qué, Marga, ya no te intereso?
    —Michael, las películas pochocleras te interesan más que yo, encontré un imponderable reemplazo, el mejor Masajista de India, Chaco y todas las mesas que faltan escrutar.
   Michael y sus amigos se anotaron en la promoción que ofertó Narak. Salían de los masajes con ojos de vaca ausente. Hubo un detalle que todos pasaron por alto, hasta los desconocidos. Sus voces graves se aflautaron, caminaban con brazos quebrados en los codos y manos que giraban como locas de contentas.
                                 

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