miércoles, 16 de agosto de 2017

PIES JÓVENES PIES VIEJOS


   Fue en un ascensor, él subió en el piso 24, con dos computadoras, cuatro celulares, cables que se metían en sus oídos y otros le rodeaban el cuerpo, nada tenía sonido, la vida sin señal le apagaba el rumbo. Hoy la Conferencia, total, para decir boludeces. En el piso 22 entró ella, carpetas, libros, cuadernos raídos, formaban una pila más alta que la joven de pies viejos.
   Se derrumbó todo en el piso. El telemático, de pies jóvenes, se comidió y juntó todo con prolijidad oriental. El “Gracias” de ella se confundió con el “De nada” de él. Planta baja. —No puedo salir. -Dijo ella-.
   —Yo tampoco, hay algo que atrapa.
   Algo tan nimio como diez pelos de barba, enroscados en la trenza de ella. Se anudaron y no hubo forma. El encargado quiso ayudar. —Van a tener que salir juntos, estos nudos me superan.
   En la calle caminaban doloridos, cuando tira, duele. —Me costó que la barba creciera, ni en sueños corto un sólo pelo.
   —Sabés los años que llevó mi trenza larga? Jamás quitaría nada.
   Abandonaron compus, celus, cables, libros, cuadernos, en un banco de la plaza.
   —Vamos a tomar un café y vemos.- Dijo él-.
   Ella metió su trenza en una charola de agua que pidió al mozo, él y su barba, tal vez mojados los pelos… Pasó el novio de ella, entró al boliche y le pegó una cachetada. La mujer de él los descubrió en la vidriera. Esa, repartió a lo pavote, dos bifes a cada uno.
   Hubo divorcios explícitos. Ellos partieron en silencio, soliviantaron el dolor caminando abrazados. No se amaron, la cuestión pasaba por el pelo.
                                                 

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